jueves, 12 de diciembre de 2013

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Nuestra Señora de Guadalupe

Advocación Mariana. 12 de diciembre

Nuestra Señora de Guadalupe

Historia de la fiesta 
Aunque las diferentes advocaciones de la Virgen María son muy numerosas, la Iglesia le da especial importancia a las tres apariciones de la Virgen María en diferentes partes del mundo:

Aparición de la Virgen de Guadalupe: 12 de Diciembre de 1531 en México.

Aparición de la Virgen de Lourdes: 11 de Febrero de 1858 en Francia.

Aparición de la Virgen de Fátima: 13 de Mayo de 1917 en Portugal.

Debemos recordar que es la misma Virgen María la que se ha aparecido en los distintos lugares, en estos tres momentos para ayudarnos y animarnos a seguir adelante en nuestro camino al cielo. En estas apariciones, la Virgen nos ha pedido rezar el Rosario, acudir al Sacramento de la Penitencia y hacer sacrificios para la salvación del mundo. 

La Virgen de Guadalupe es muy importante para la fe de todos los mexicanos, pues en ella nuestra Madre del Cielo manifestó claramente su amor de predilección por este pueblo, dejando un hermoso mensaje lleno de ternura y dejando su imagen grabada en un ayate como muestra de su amor. 

En el Nican Mopohua se puede encontrar la historia completa de las apariciones de la Virgen de Guadalupe, pero aquí presentamos un resumen de la misma: 

Hace muchos años, los indios aztecas que vivían en el valle de México, no conocían a Jesús. Ellos tenían muchos dioses y eran guerreros. Los misioneros eran unos sacerdotes que vinieron de España y que poco a poco fueron evangelizando a los indios. Les enseñaron a conocer, amar e imitar a Jesús en la religión católica y los bautizaron. 

Entre los primeros que se bautizaron, había un indio muy sencillo llamado Juan Diego, quien iba todos los sábados a aprender la religión de Cristo y a la misa del pueblo de Tlatelolco. 

El sábado 9 de Diciembre de 1531, cuando Juan Diego pasaba por el Cerro del Tepeyac para llegar a Tlatelolco, escuchó el canto de muchos pájaros y una voz que le decía: "Juanito, el más pequeño de mis hijos, ¿a dónde vas?". Al voltear Juan Diego vio una Señora muy hermosa. 

La Señora le dijo: "Yo soy la siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios. He venido hasta aquí para decirte que quiero que se me construya un templo aquí, para mostrar y dar mi amor y auxilio a todos ustedes". 

La Virgen le dijo a Juan Diego que fuera a ver al Obispo y le contara lo que Ella le había dicho. 

Juan Diego salió de la casa del Obispo muy triste porque no le creyó. Entonces fue al Cerro del Tepeyac a pedirle a la Virgen que mejor mandara a un hombre más importante porque a él no le creían. 

La Señora le dijo a Juan Diego que volviera el domingo a casa del Obispo. Esta vez, el Obispo le dijo que le trajera una señal, es decir, una prueba de que la Señora de verdad era la Virgen. 

Juan Diego no pudo ir al día siguiente al Tepeyac, pues su tío Bernardino se puso muy enfermo y fue por un médico. Fue hasta el martes, cuando al pasar por el cerro para ir por un sacerdote que confesara a su tío, se le apareció la Virgen y le dijo: "Juanito, Juan Dieguito; ¿No estoy yo aquí que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿Por qué te preocupas?”. Después, le hizo saber que su tío ya estaba curado y le pidió que subiera a la punta del cerro a cortar unas rosas y las guardara en su ayate. Juan Diego se sorprendió de aquella orden, pues era invierno y no era tiempo de rosas. Sin embargo, obedeció y encontró las rosas tal como la Virgen le había dicho. Se las llevó y Ella le dijo: "Hijo mío, el más pequeño, estas rosas serán la prueba que llevarás al obispo". 

Juan Diego fue de nuevo a ver al Obispo y le dijo que la Virgen le había mandado la prueba de que Ella era realmente la Virgen. 

Al soltar su ayate, las rosas cayeron al suelo y apareció dibujada en la tela la preciosa imagen de la Virgen de Guadalupe. 

Fue entonces cuando el Obispo creyó que la Virgen quería que le construyeran en ese lugar un templo. 

El ayate permaneció un tiempo en la capilla del Obispo Fray Juan de Zumárraga. El 26 de diciembre de 1531 lo trasladaron a una ermita construida al pie del Tepeyac.

En 1754, Benedicto XIV nombró a al Virgen de Guadalupe patrona de la Nueva España, desde Arizona hasta Costa Rica.

El 12 de octubre de 1895 se llevó a cabo la coronación pontificia de la imagen, concedida por León XIII.

En 1904, San Pío X elevó el santuario de México a la categoría de Basílica y en 1910 proclamó a la Virgen de Guadalupe, Patrona de toda América Latina.

En 1945, Pío XII le dio el título de la Emperatriz de América. El 12 de Octubre de 1976 se inauguró la nueva Basílica de Guadalupe.
Miles de personas de México y del mundo entero, visitan cada año la Basílica de Guadalupe, en donde está la hermosa pintura que la Virgen pintó a Juan Diego en su ayate para pedirle a Nuestra Madre su amor, su protección y su ayuda. 

Las peregrinaciones no sólo se llevan a cabo en México, las hay en todos los países del mundo a diferentes templos. Algunas personas van de rodillas, porque le hacen una promesa a la Virgen cuando le piden un favor. En las peregrinaciones, la gente va haciendo oración, sacrificios y cantando. Muchas veces, las peregrinaciones vienen de muy lejos y se tardan varios días en llegar a darle gracias a la Virgen por algún milagro o favor que les concedió. El amor a la Virgen es lo que mueve a todas estas personas a irla a visitar desde su ciudad. 

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Los secretos del santuario de la Virgen de Guadalupe

La Basílica de Guadalupe es uno de los santuarios más importantes de la Iglesia católica. Anualmente recibe cerca de 20 millones de peregrinos, la mayoría de ellos, entre el 11 y 12 de diciembre, días en los que se celebra a la Virgen morena. Aunque estos visitantes aseguran que conocen la Basílica de Guadalupe, son pocos los que saben el por qué de algunos de sus más sagrados detalles.
Virgen Guadalupe 2012
Su ubicación, en el norte de la Ciudad de México, tiene una razón de ser. Cuenta el relato que es justo en este lugar en donde el indio Juan Diego, ahora convertido en Santo, vio por primera vez a la Virgen de Guadalupe. Es también a donde fue él a cortar las rosas que le sirvieron de señal, para demostrar su encuentro con la Virgen, al Obispo Fray Juan de Zumárraga.
La nueva Basílica fue consagrada el 12 de octubre de 1976, cuando fue trasladada la imagen de la Virgen a su nuevo altar.
“Una de las cosas que más me llega al corazón es justo el corazón de esta nueva basílica. En el centro se puede observar aquella frase que la Virgen le dice a Juan Diego en el momento en el que estaba afligido, porque sentía que iba a perder a su tío Bernardino y se encuentra con la Virgen debajo un gran árbol y le pregunta que a dónde se dirigía. Y entonces Juan Diego le cuenta su historia y la Virgen le contesta con esa frase hermosa: ¿No estoy yo aquí que soy tu madre, no estás tú bajo tu manto y protección?”, explica a UnivisionNoticias.com Gabriela Treviño, directora de visitas guiadas en la Basílica de Guadalupe.
La ruta que se hace en su  interior está rodeada de flores, como si fueran marcando el camino de los peregrinos que, como una prueba de amor y agradecimiento, acuden a este venerado santuario.
Durante la década de los años 70, la antigua Basílica se encontraba en un estado de deterioro muy severo. Entonces, se tomó la decisión de construir una nueva.
“La fachada se destaca sobre todo por esa curvatura del techo que nos remite al famoso manto de María. Por eso la tonalidad verde turquesa que nos recuerda que la Virgen no sólo está en todas partes sino que nos está cobijando con su manto, te abraza”, explica Treviño.

En el interior de la nueva Basílica de Guadalupe destaca el órgano monumental. Esta obra no fue fabricada en México sino en  Canadá por Casavant Fréres, una reconocida compañía de contrucción. Tiene más de 11,000 flautas que están hechas con una aleación de metales y madera de abeto. Su flauta más grande mide 36.09 pies (11 metros) y la más pequeña 0.019 pies (6 milímetros).
Otro de los elementos que todo mundo ve pero que pocos saben el por qué de su existencia es la Cruz de la Evangelización. Fue colocada desde el 12 octubre de 1992 por el V Centenario de la Evangelización del Nuevo  Mundo. Juan Pablo II, uno de los papas más queridos en México, se llevó una réplica a la Catedral primada de América de República Dominicana.
Este lugar está pensado para todos. Son pocos los que saben que hay un retrato en relieve especialmente para ciegos. Mide 1.20 por 0.75 metros (0.06 por 2.4 pies).
Le abre su casa a todos
Del lado izquierdo de la Nueva Basílica se encuentran una serie de banderas de diversos países. Luis María Martínez, el arzobispo de México, accedió por voto unánime de los prelados iberoamericanos nombrar a Santa María de Guadalupe como Celestial Patrona de América Latina. Las banderas fueron izadas, por primera vez, en el atrio de la Basílica el 12 de octubre de 1941.
“Se colocan cada una de estas banderas empezando por la del Vaticano y la bandera de México luego para dar lugar a todas las demás banderas que no sólo son de América Latina sino de otras partes del mundo que nos ha venido a visitar”, explica Gabriela Treviño.
Para los visitantes no es raro mirar la Basílica rodeada de flores, principalmente en torno a la Guadalupana, sin embargo la forma en cómo están acomodadas tiene un secreto.
“Estas flores se ponen en este lugar en parte por decisión del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez después del atentando que ocurrió en  1921. Se decide hacer un espacio especial para los arreglos ya que en la Antigua Basílica en dicha fecha, ocurrió un atentado con un arreglo. Adentro traía una bomba. Esto provoca daños en la estructura de la Antigua Basílica, daños al altar y a la imagen de la Virgen. Ahora para protegerla, todos los arreglos están lejos de ella”, explica Treviño.
Son 12 las principales edificaciones que se encuentran a lo largo de este Santuario, aunque la mayoría de la gente conoce la Antigua Basílica, a la Nueva Basílica y al famoso cerrito del Tepeyac, en donde está ubicada una capilla dedicada a las apariciones de la Virgen a Juan Diego. Las otras son el Panteón del Tepeyac, las escalinatas, la Parroquia de Capuchinas, La Ofrenda, la Vela del Marinero, la Virgen de la Columna, la Capilla del Pocito, la Parroquia de Indios, y el Carrillón.
Así es la casa de la Reina de América, que  no sólo recibe a quienes van a depositar fe y esperanza, sino también a quienes quieren conocer, a través de sus parroquias, capillas y jardines, el origen de la identidad de la raza mestiza y el inicio de un nuevo culto desde la que dicen fue su primera aparición en 1531.

lunes, 9 de diciembre de 2013

EL 9 DE DICIEMBRE FESTEJAMOS EL LEGADO DE ESTE SANTO AMERICANO Juan Diego Cuauhtlatoatzin, Santo Vidente de la Virgen de Guadalupe


Juan Diego Cuauhtlatoatzin (que significa: Águila que habla o El que habla como águila), un indio humilde, de la etnia indígena de los chichimecas, nació en torno al año 1474, en Cuauhtitlán, que en ese tiempo pertenecía al reino de Texcoco. Juan Diego fue bautizado por los primeros franciscanos, aproximadamente en 1524. En 1531, Juan Diego era un hombre maduro, como de unos 57 años de edad; edificó a los demás con su testimonio y su palabra; de hecho, se acercaban a él para que intercediera por las necesidades, peticiones y súplicas de su pueblo; ya «que cuanto pedía y rogaba la Señora del cielo, todo se le concedía».

 Juan Diego fue un hombre virtuoso, las semillas de estas virtudes habían sido inculcadas, cuidadas y protegidas por su ancestral cultura y educación, pero recibieron plenitud cuando Juan Diego tuvo el gran privilegio de encontrarse con la Madre de Dios, María Santísima de Guadalupe, siendo encomendado a portar a la cabeza de la Iglesia y al mundo entero el mensaje de unidad, de paz y de amor para todos los hombres; fue precisamente este encuentro y esta maravillosa misión lo que dio plenitud a cada una de las hermosas virtudes que estaban en el corazón de este humilde hombre y fueron convertidas en modelo de virtudes cristianas; Juan Diego fue un hombre humilde y sencillo, obediente y paciente, cimentado en la fe, de firme esperanza y de gran caridad.
Poco después de haber vivido el importante momento de las Apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe, Juan Diego se entregó plenamente al servicio de Dios y de su Madre, transmitía lo que había visto y oído, y oraba con gran devoción; aunque le apenaba mucho que su casa y pueblo quedaran distantes de la Ermita. Él quería estar cerca del Santuario para atenderlo todos los días, especialmente barriéndolo, que para los indígenas era un verdadero honor; como recordaba fray Gerónimo de Mendieta: «A los templos y a todas las cosas consagradas a Dios tienen mucha reverencia, y se precian los viejos, por muy principales que sean, de barrer las iglesias, guardando la costumbre de sus pasados en tiempos de su gentilidad, que en barrer los templos mostraban su devoción (aun los mismos señores)».
Juan Diego se acercó a suplicarle al señor Obispo que lo dejara estar en cualquier parte que fuera, junto a las paredes de la Ermita para poder así servir todo el tiempo posible a la Señora del Cielo. El Obispo, que estimaba mucho a Juan Diego, accedió a su petición y permitió que se le construyera una casita junto a la Ermita. Viendo su tío Juan Bernardino que su sobrino servía muy bien a Nuestro Señor y a su preciosa Madre, quería seguirle, para estar juntos; «pero Juan Diego no accedió. Le dijo que convenía que se estuviera en su casa, para conservar las casas y tierras que sus padres y abuelos les dejaron».
Juan Diego manifestó la gran nobleza de corazón y su ferviente caridad cuando su tío estuvo gravemente enfermo; asimismo Juan Diego manifestó su fe al estar con el corazón alegre, ante las palabras que le dirigió Santa María de Guadalupe, quien le aseguró que su tío estaba completamente sano; fue un indio de una fuerza religiosa que envolvía toda su vida; que dejó sus casas y tierras para ir a vivir a una pobre choza, a un lado de la Ermita; a dedicarse completamente al servicio del templo de su amada Niña del Cielo, la Virgen Santa María de Guadalupe, quien había pedido ese templo para en él ofrecer su consuelo y su amor maternal a todos lo hombres y mujeres.
Juan Diego tenía «sus ratos de oración en aquel modo que sabe Dios dar a entender a los que le aman y conforme a la capacidad de cada uno, ejercitándose en obras de virtud y mortificación». También se nos refiriere en el Nican motecpana: «A diario se ocupaba en cosas espirituales y barría el templo. Se postraba delante de la Señora del Cielo y la invocaba con fervor; frecuentemente se confesaba, comulgaba, ayunaba, hacía penitencia, se disciplinaba, se ceñía cilicio de malla y escondía en la sombra para poder entregarse a solas a la oración y estar invocando a la Señora del cielo».
Toda persona que se acercaba a Juan Diego tuvo la oportunidad de conocer de viva voz los pormenores del Acontecimiento Guadalupano, la manera en que había ocurrido este encuentro maravilloso y el privilegio de haber sido el mensajero de la Virgen de Guadalupe; como lo indicó el indio Martín de San Luis cuando rindió su testimonio en 1666: «Todo lo cual lo contó el dicho Diego de Torres Bullón a este testigo con mucha distinción y claridad, que se lo había dicho y contado el mismo Indio Juan Diego, porque lo comunicaba». Juan Diego se constituyó en un verdadero misionero.
Cuando Juan Diego se casó con María Lucía, quien había muerto dos años antes de las Apariciones, habían escuchado un sermón a fray Toribio de Benavente en donde se exaltaba la castidad, que era agradable a Dios y a la Virgen Santísima, por lo que los dos decidieron vivirla; se nos refiere: «Era viudo: dos años antes de que se le apareciera la Inmaculada, murió su mujer, que se llamaba María Lucía. Ambos vivían castamente».
Como también lo testificó el P. Luis Becerra Tanco: «el indio Juan Diego y su mujer María Lucía, guardaron castidad desde que recibieron el agua del Bautismo Santo, por haber oído a uno de los primeros ministros evangélicos muchos encomios de la pureza y castidad y lo que ama nuestro Señor a las vírgenes, y esta fama fue constante a los que conocieron y comunicaron mucho tiempo estos dos casados». Aunque esto no obsta de que Juan Diego haya tenido descendencia, sea antes del bautismo, sea por la línea de algún otro familiar; ya que, por fuentes históricas sabemos que Juan Diego efectivamente tuvo descendencia; sobre esto, uno de los principales documentos se conserva en el Archivo del Convento de Corpus Christi en la Ciudad de México, en el cual se declara: «Sor Gertrudis del Señor San José, sus padres caciques [indios nobles] Dn. Diego de Torres Vázquez y Da. María del la Ascención de la región di Xochiatlan […] y tenida por descendiente del dichoso Juan Diego».
Lo importante también es el hecho de que Juan Diego inspiró la búsqueda de la santidad y de la perfección de vida, incluso en medio de los miembros de su propia familia, ya que su tío, como ya veíamos, al constatar como Juan Diego se había entregado muy bien al servicio de la Virgen María de Guadalupe y de Dios, quiso seguirlo, aunque Juan Diego le convino que era preferible que se quedara en su casa; y ahora tenemos también este ejemplo de Sor Gertrudis del Señor San José, descendiente de Juan Diego, quien ingresó a un monasterio, a consagrar su vida al servicio de Dios, buscando esa perfección de vida, buscando la Santidad.
Es un hecho que Juan Diego siempre edificó a los demás con su testimonio y su palabra; constantemente se acercaban a él para que intercediera por las necesidades, peticiones y súplicas de su pueblo; ya «que cuanto pedía y rogaba la Señora del cielo, todo se le concedía».
El indio Gabriel Xuárez, quien tenía entre 112 y 115 años cuando dio su testimonio en las Informaciones Jurídicas de 1666; declaró cómo Juan Diego era un verdadero intercesor de su pueblo, decía: «que la dicha Santa Imagen le dijo al dicho Juan Diego la parte y lugar, donde se le había de hacer la dicha Ermita que fue donde se le apareció, que la ha visto hecha y la vio empezar este testigo, como lleva dicho donde son muchos los hombres y mujeres que van a verla y visitarla como este testigo ha ido una y muchas veces a pedirle remedio, y del dicho indio Juan para que como su pueblo, interceda por él». El anciano indio Gabriel Xuárez también señaló detalles importantes sobre la personalidad de Juan Diego y la gran confianza que le tenía el pueblo para que intercediera en sus necesidades: «el dicho Juan Diego, –decía Gabriel Xuárez– respecto de ser natural de él y del barrio de Tlayacac, era un Indio buen cristiano, temeroso de Dios, y de su conciencia, y que siempre le vieron vivir quieta y honestamente, sin dar nota, ni escándalo de su persona, que siempre le veían ocupado en ministerios del servicio de Dios Nuestro Señor, acudiendo muy puntualmente a la doctrina y divinos oficios, ejercitándose en ello muy ordinariamente porque a todos los Indios de aquel tiempo oía este testigo, decirles era varón santo, y que le llamaban el peregrino, porque siempre lo veían andar solo y solo se iba a la doctrina de la iglesia de Tlatelulco, y después que se le apareció al dicho Juan Diego la Virgen de Guadalupe, y dejó su pueblo, casas y tierras, dejándolas a su tío suyo, porque ya su mujer era muerta; se fue a vivir a una casa Juan Diego que se le hizo pegada a la dicha Ermita, y allá iban muy de ordinario los naturales de este dicho pueblo a verlo a dicho paraje y a pedirle intercediese con la Virgen Santísima les diese buenos temporales en sus milpas, porque en dicho tiempo todos lo tenían por Varón Santo».
La india doña Juana de la Concepción que también dio su testimonio en estas Informaciones, confirmó que Juan Diego, efectivamente, era un hombre santo, pues había visto a la Virgen: «todos los Indios e Indias –declaraba– de este dicho pueblo le iban a ver a la dicha Ermita, teniéndole siempre por un santo varón, y esta testigo no sólo lo oía decir a los dichos sus padres, sino a otras muchas personas». Mientras que el indio Pablo Xuárez recordaba lo que había escuchado sobre el humilde indio mensajero de Nuestra Señora de Guadalupe, decía que para el pueblo, Juan Diego era tan virtuoso y santo que era un verdadero modelo a seguir, declaraba el testigo que Juan Diego era «amigo de que todos viviesen bien, porque como lleva referido decía la dicha su abuela que era un varón santo, y que pluguiese a Dios, que sus hijos y nietos fuesen como él, pues fue tan venturoso que hablaba con la Virgen, por cuya causa le tuvo siempre esta opinión y todos los de este pueblo». El indio don Martín de San Luis incluso declaró que la gente del pueblo: «le veía hacer al dicho Juan Diego grandes penitencias y que en aquel tiempo le decían varón santísimo».
Como decíamos, Juan Diego murió en 1548, un poco después de su tío Juan Bernardino, el cual falleció el 15 de mayo de 1544; ambos fueron enterrados en el Santuario que tanto amaron. Se nos refiere en el Nican motecpana: «Después de diez y seis años de servir allí Juan Diego a la Señora del cielo, murió en el año de mil y quinientos y cuarenta y ocho, a la sazón que murió el señor obispo. A su tiempo le consoló mucho la Señora del cielo, quien le vio y le dijo que ya era hora de que fuese a conseguir y gozar en el cielo, cuanto le había prometido. También fue sepultado en el templo. Andaba en los setenta y cuatro años». En el Nican motecpana se exaltó su santidad ejemplar: «¡Ojalá que así nosotros le sirvamos y que nos apartemos de todas las cosas perturbadoras de este mundo, para que también podamos alcanzar los eternos gozos del cielo!».

martes, 16 de julio de 2013

ORACIÓN A LA VIRGEN DE LA DULCE ESPERA:



María, madre del amor hermoso, dulce muchacha de Nazareth,
tú que proclamaste la grandeza del Señor y,
diciendo que "sí", te hiciste madre de nuestro Salvador y madre nuestra:
atiende hoy las suplicas q te hago:
En mi interior una nueva vida está creciendo:
un pequeño que traerá alegría y gozo, inquietudes y temores,
esperanzas felicidad a mi hogar.
Cuídalo y protéjelo mientras yo lo llevo en mi seno.
Y que, en el feliz momento del nacimiento, cuando escuche sus primeros sonidos y vea sus manos chiquitas, 
pueda dar gracias al Creador
por la maravilla de este don que Él me regala.
Que, siguiendo tu ejemplo y modelo,
pueda acompañar y ver crecer a mi hijo.
Ayúdame e inspírame para que encuetre en mí 
un refugio donde cobijarse y, a la vez,
un punto de partida para tomar sus propios caminos.
Además Madre mía, fíjate especialmente
en aquellas mujeres que enfrentan este momento solas, sin apoyo o sin cariño.
Que puedan sentir el amor del Padre
y que descubran que cada niño que viene al mundo es una bendición.
Que sepan que la decisión heróica
de acoger y nutrir al hijo les es tenida en cuenta.
Nuestra Señora de la Dulce Esperan,
dáles tu amor y valor.
AMÉN

lunes, 13 de mayo de 2013

Virgen de Guadalupe Amigurumi

Tejido por Carina Ternavasio

Simbología de la imagen de la Virgen de Guadalupe



La Virgen se apareció de este modo porque quería ser una "escritura jeroglífica" un catecismo especial, para que sus recién adoptados hijos fácilmente la entendieran. Este hecho es muy natural puesto que los naturales no podían todavía leer el castellano.
  • Toda la Virgen tiene por respaldo el sol, que hermosamente la rodea, despidiendo 129 rayos, unos un tanto serpeados y los otros rectos. Dispuestos alternativamente 62 por el lado derecho y 77 por el izquierdo.
  • Sirve de fondo al sol; el campo que se deja ver entre los rayos y que en el contorno de la Imagen es tan blanco, semeja una nube.
    Los aztecas adoraban al sol, Tonatiuh, y le agradecían sus rayos ardientes y vitales, ofreciéndole lo más precioso que el hombre posee, el corazón, para que continuara su ciclo diario y el mundo no pereciera. Pero cuando miraron la Imagen de la Virgen y vieron que estaba delante del sol, y su cuerpo humano lo tapaba dejando sólo visibles sus rayos, se dieron cuenta de que los seres humanos valen más que el sol, y que el sol no era un dios.
  • Está pisando una luna negra en cuarto creciente, que simboliza al maligno. Además, éste era uno de los ideogramas para representar a Quetzalcóatl, la serpiente emplumada. Ídolo al que adoraban con una religión de temor y al que aplacaban ofreciéndole sacrificios humanos.
    Esto les revelaba que Nuestra Señora era más poderosa que su dios - serpiente. El sentirse libres de la obligación de sacrificar seres humanos fue también factor importante para su conversión.
  • Sobre su cabeza, inclinada hacia la derecha y encima, sobre su manto, está una corona de diez rayos o puntas de oro
  • El rostro de la Imagen no tiene los rasgos de una indígena o de una española, sino de una mestiza. Su tez "morenita", sus mejillas sonrosadas, están anunciando la parición de una nueva raza formada por la mezcla de mexicanos y españoles. Su faz mestiza profetiza la unión de las dos razas.
  • Sus ojos, muy vivos, ojos con todas las características de los ojos humanos. Nuestro Señor grabó el retrato de María con tal fidelidad que hasta en los pequeños reflejos de sus ojos quedaron retratados Juan Diego y las otras personas que estaban ante Ella en ese momento.
  • La luz o la parte más iluminada es el vientre, pues se presenta como una mujer embarazada: Jesús está por nacer; viene la Reina del Cielo a dar a luz a Jesús en México.
  • La cinta negra alrededor de la cintura es una prenda que usaban las mujeres aztecas cuando estaban embarazadas
  • Nuestra Señora luce sólo una joya: sobre su cuello lleva un broche dorado que tiene una cruz negra en el centro. La misma que vio la Princesa Papantzin en el ángel y en los barcos de Hernán Cortés.
    Esto enseñaba a los aztecas que Ella, Cortés y los misioneros, profesaban la misma religión. Y aquí encontraron una razón poderosa para aceptar la fe católica que los misioneros les predicaban.
  • La hermosa Señora tiene manos gentiles, bellísimas y se nota enseguida que no es una diosa, porque las lleva juntas en actitud de oración, mientras que su cabeza inclinada, hace reverencia a Alguien superior; al Señor Creador del mundo, el Todopoderoso, que es su Hijo.
  • Junto al vientre de la Madre resalta la "única flor de cuatro pétalos" (en todo el vestido es singular esa flor), la cual hace referencia al centro del universo, la flor de la vida.
  • El manto sienta bien en su cabeza y nada cubre su rostro y cae hasta los pies, ciñéndose un poco por en medio; tiene toda su franja dorada, que es algo ancha, y estrellas de oro por doquier, las cuales son 46, repartidas 22 en el lado derecho y 24 en el izquierdo, formando una cruz cada cuatro de ellas. Es de color azul verde claro. A los aztecas este color, y el filo dorado del contorno, les hablaban de su linaje real.
  • Abajo un ángel sostiene sus vestiduras, para indicarnos su procedencia celestial. Este ángel se muestra muy contento de transportar a la Madre del Cielo; el ángel luce como si se asomara de entre las nubes que forman el contorno de la Imagen y sostiene con una mano la extremidad del manto y con la otra mano la túnica, que en largos pliegues cae sobre los pies.
  • Después de muchas guerras, los aztecas terminaron, en 1440 de construir en el Tepeyac una pirámide para dar culto a la madre de los dioses, Tonantzin. Más de 90 años duró el culto a esa diosa de la discordia, y en su pirámide fueron sacrificados cientos de personas. La Virgen de Guadalupe eligió el Tepeyac, para dar a entender que Ella es la Madre del Dios verdadero.

jueves, 9 de mayo de 2013

Oración a la Virgen de Guadalupe


¡Oh Virgen Inmaculada, Madre del verdadero Dios y Madre de la Iglesia! Tú, que desde este lugar manifiestas tu clemencia y tu compasión a todos los que solicitan tu amparo; escucha la oración que con filial confianza te dirigimos y preséntala ante tu Hijo Jesús, único Redentor nuestro.
Madre de misericordia, Maesta del sacrificio escondido y silencioso, a ti, que sales al encuentro de nosotros, los pecadores, te consagramos en este día todo nuestro ser y todo nuestro amor. Te consagramos también nuestra vida, nuestros trabajos, nuestras alegrías, nuestras enfermedades y nuestros dolores.
Da la paz, la justicia y la prosperidad a nuestros pueblos; ya que todo lo que tenemos y somos lo ponemos bajo tu cuidado, Señora y Madre nuestra.
Queremos ser totalmente tuyos y recorrer contigo el camino de una plena fidelidad a Jesucristo en su Iglesia: no nos sueltes de tu mano amorosa.
Virgen de Guadalupe, Madre de las Américas, te pedimos por todos los Obispos, para que conduzcan a los fieles por senderos de intensa vida cristiana, de amor y de humilde servicio a Dios y a las almas.
Contempla esta inmensa mies, y intercede para que el Señor infunda hambre de santidad en todo el Pueblo de Dios, y otorga abundantes vocaciones de sacerdotes y religiosos, fuertes en la fe, y celosos dispensadores de los misterios de Dios.
Concede a nuestros hogares la gracia de amar y de respetar la vida que comienza, con el mismo amor con el que concebiste en tu seno la vida del Hijo de Dios. Virgen Santa María, Madre del Amor Hermoso, protege a nuestras familias, para que estén siempre muy unidas, y bendice la educación de nuestros hijos.
Esperanza nuestra, míranos con compasión, enséñanos a ir continuamente a Jesús y, si caemos, ayúdanos a levantarnos, a volver a él, mediante la confesión de nuestras culpas y pecados en el Sacramento de la Penitencia, que trae sosiego al alma.
Te suplicamos, que nos concedas un amor muy grande a todos los santos Sacramentos, que son como las huellas que tu Hijo nos dejó en la tierra.
Así, Madre Santísima, con la paz de Dios en la conciencia, con nuestros corazones libres de mal y de odios podremos llevar a todos la verdadera alegría y la verdadera paz, que vienen de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que con Dios Padre y con el Espíritu Santo, vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.

martes, 30 de abril de 2013

Virgencita del Tepeyac



Virgencita del Tepeyac, morena, 
tu eres mi madre, Señora Divina 
tu eres la luz donde el mundo camina, 
Dios te forjó pura y de Gracia Plena. 

Desde el cielo bajaste envuelta de Sol
de entre toda escogida Doncella,
con el fulgor de la más bella estrella
para dar belleza a la mar tornasol.

Oigo cantar, a la madre más bella
una voz canora en el paraíso,
a la Reina del cielo que dios quiso
que con pureza siguieran su huella.

En la campiña no existe la rosa,
en toda la tierra no hay oro mejor
siquiera comparable a tu resplandor
ni pureza de Santísima Esposa.

De los humanos eres Sagrario
y me cubre tu Venerable Aliento…
el dulce Ayate, tu Tilma, tu Manto
y todo se calma en tu Rosario.

Te canto porque soy guadalupano
y con esa voz, traigo un solo ruego
“Mi Niña” como dijo el indio Diego,
no olvides a tu siervo franciscano.

domingo, 21 de abril de 2013

MEDALLA DE LA VIRGEN DE GUADALUPE

La frase escrita correctamente en latín es: "non fecit taliter omni nationi".

Y varias traducciones usuales son:

"no hizo nada semenajante por ninguna otra nación"

"así no hizo con ningún otro pueblo"

"con ningún otro pueblo ha actuado así"

"a ningún otro pueblo trató así"




Más que un traducción literal, palabra por palabra, que sería: "no hizo de esa manera en toda (otra) nación", te he propuesto varias traducciones que dan el sentido que tiene la frase en el salmo 147, versículo 20, de donde la obtuvo fray Francisco de Florencia, jesuita mexicano del siglo XVIII.

El papa Benedicto XIV autorizó que esa frase se colocara junto a la imagen de la Virgen de Guadalupe en 1754.





LAS MAÑANITAS A LA VIRGEN DE GUADALUPE


EL CULTO GUADALUPANO



Su culto, localizado en un principio en el valle de México, más tarde se extendió por todo el vasto territorio de la Nueva España y aún más allá, y por todas partes dejó muy vivas manifestaciones de su presencia. De una devoción circunscrita, en sus inicios, a los naturales, pasó a ser la de los mestizos y los criollos, y pronto se universalizó. Todo ello testimoniado por las muchas reproducciones de su imagen, por los templos y altares que se le levantaron, por las obras devotas, teológicas, históricas y literarias que a Ella se dedicaron.

SIGNIFICADO DEL GUADALUPANISMO:
La virgen de Guadalupe, con gran regocijo popular, fue reconocida por el papado y la monarquía española como la patrona de Nueva España. El nuevo culto proporcionó fundamento espiritual autónomo para la iglesia Mexicana, pues a partir de entonces se afirmó la idea de que la cristiandad Americana surgió, gracias a la intervención de la virgen de Guadalupe. Los criollos, los indígenas y las castas se unieron en la veneración de la Guadalupana, que representaba a la patria criolla. Esta veneración se convirtió en factor de unidad nacional. La imagen sería invocada y expuesta como un remedio contra las sequías, las inundaciones y las epidemias y, mas tarde, los insurgentes la adoptaron como estandarte político. De este modo surgió un símbolo nacional, reconocido por la inmensa mayoría de habitantes de Nueva España, símbolo que liberó a los criollos de su origen español, los desligó de España y les permitió identificarse con la tierra donde vivían.

LAS APARICIONES



Relato de las apariciones de acuerdo al Nican Mopohua, el escrito más antiguo que existe sobre las apariciones de la Virgen de Guadalupe.


Primera Aparición:
Era sábado muy de madrugada cuando Juan Diego venía en pos del culto divino y de sus mandatos a Tlatilolco.

Al llegar junto al cerrito llamado Tepeyacac, amanecía; y oyó cantar arriba del cerro; semejaba canto de varios pájaros; callaban a ratos las voces de los cantores; y parecía que el monte les respondía. Su canto, muy suave y deleitoso, sobrepasaba al del coyoltótotl y del tzinizcan y de otros pájaros lindos que cantan.

Se paró Juan Diego para ver y dijo para sí: "¿Por ventura soy digno de lo que oigo?, ¿Quizás sueño?, ¿Me levanto de dormir?, ¡Dónde estoy?, ¿Acaso en el paraíso terrenal, que dejaron dicho los viejos, nuestros mayores?, ¿Acaso ya en el cielo?"
Estaba viendo hacia el oriente, arriba del cerrillo, de donde procedía el precioso canto celestial.
Y así que cesó repentinamente y se hizo el silencio, oyó que le llamaban de arriba del cerrito y le decían: "Juanito, Juan Dieguito."

Luego se atrevió a ir a donde le llamaban. No se sobresaltó un punto, al contrario, muy contento, fue subiendo el cerrillo, a ver de dónde le llamaban.

Cuando llegó a la cumbre vio a una señora, que estaba allí de pie y que le dijo que se acercara.

Llegado a su presencia, se maravilló mucho de su sobrehumana grandeza: su vestidura era radiante como el sol; el risco en que posaba su planta, flechado por los resplandores, semejaba una ajorca de piedras preciosas; y relumbraba la tierra como el arco iris. Los mezquites, nopales y otras diferentes hierbecillas que allí se suelen dar parecían de esmeralda; su follaje, finas turquesas; y sus ramas y espinas brillaban como el oro.

Se inclinó delante de ella y oyó su palabra, muy suave y cortés, cual de quien atrae y estima mucho.

Ella le dijo: "¿Juanito, el mas pequeño de mis hijos, dónde vas?"

El respondió: Señora y Niña mía, tengo que llegar a tu casa de México Tlatilolco, a seguir las cosas divinas, que nos dan y enseñan nuestros sacerdotes, delegados de Nuestro Señor".  Ella luego le habló y le descubrió su santa voluntad. Le dijo: "Sabe y ten entendido, tú el más pequeño de mis hijos, que yo soy la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios por quien se vive: del Creador cabe quien está todo: Señor del cielo y de la tierra. Deseo vivamente que se me erija aquí un templo, para en él mostrar y dar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa, pues yo soy vuestra piadosa madre, a ti, a todos vosotros juntos los moradores de esta tierra y a los demás amadores míos que me invoquen y en mi confíen; oír allí sus lamentos y remediar todas sus miserias, penas y dolores.
Y para realizar lo que mi clemencia pretende, ve al palacio del Obispo de México y le dirás cómo yo te envío a manifestarle lo que deseo, que aquí me edifique un templo: le contarás puntualmente cuanto has visto y admirado, y lo que has oído. Ten por seguro que te lo agradeceré bien y lo pagaré, porque te haré feliz y merecerás mucho que yo recompense el trabajo y fatiga con que vas a procurar lo que te encomiendo. Mira que ya has oído mi mandato hijo mío el mas pequeño, anda y pon todo tu esfuerzo."
Juan Diego contestó: Señora mía, ya voy a cumplir tu mandato; por ahora me despido de ti, yo tu humilde siervo."
Luego bajó, para ir a hacer su mandato; y salió a la calzada que viene en línea recta a México."


Segunda Aparición:
Habiendo entrado sin delación en la ciudad, Juan Diego se fue en derechura al palacio del obispo que era el prelado que muy poco antes había venido y se llamaba Fray Juan de Zumárraga, religioso de San Francisco. Apenas llegó trató de verle; rogó a sus criados que fueran a anunciarle. Y pasado un buen rato, vinieron a llamarle, que había mandado el señor Obispo que entrara.

Luego que entró, en seguida le dio el recado de la Señora del Cielo; y también le dijo cuanto admiró, vio y oyó. Después de oír toda su plática y su recado, pareció no darle crédito. El Obispo le respondió; "Otra vez vendrás, hijo mío, y te oiré más despacio; lo veré muy desde el principio y pensaré en la voluntad y deseo con que has venido." Juan Diego salió y se vino triste, porque de ninguna manera se realizó su mensaje. En el mismo día se volvió; se vino derecho a la cumbre del cerrito, y acertó con la Señora del Cielo, que le estaba aguardando, allí mismo donde le vio la primera vez: "Señora, la mas pequeña de mis hijas. Niña mía, fui a donde me enviaste a cumplir tu mandato, le vi y le expuse tu mensaje, así como me advertiste; me recibió benignamente y me oyó con atención; pero en cuanto me respondió, apareció que no lo tuvo por cierto. Me dijo: Otra vez vendrás, te oiré mas despacio, veré muy desde el principio el deseo y voluntad con que has venido. Comprendí perfectamente en la manera que me respondió que piensa que es quizás invención mía que tú quieres que aquí te hagan un templo y que acaso no es de orden tuya; por lo cual te ruego encarecidamente, Señora y Niña mía, que a alguno de los principales, conocido y respetado y estimado, le encargues que lleve tu mensaje, para que le crean; porque yo soy solo un hombrecillo, soy un cordel, soy una escalerilla de tablas, soy cola, soy hoja, soy gente menuda, y tú, Niña mía, la mas pequeña de mis hijas, Señora, me envías a un lugar por donde no ando y donde no paro. Perdóname que te cause pesadumbre y caiga en tu enojo, Señora y Dueña mía." Le respondió la Santísima Virgen: "Oye, hijo mío el mas pequeño, ten entendido que son muchos mis servidores y mensajeros a quienes puedo encargar que lleven mi mensaje y hagan mi voluntad; pero es de todo punto preciso que tu mismo solicites y ayudes y que con tu mediación se cumpla mi voluntad. Mucho te ruego, hijo mío el mas pequeño, y con rigor te mando, que otra vez vayas mañana a ver al Obispo. Dale parte en mi nombre y hazle saber por entero mi voluntad: que tiene que poner por obra el templo que le pido. Y otra vez dile que yo en persona, la siempre Virgen Santa María, Madre de Dios, te envía."

Respondió Juan Diego: "Señora y Niña mía, no te cause yo aflicción; de muy buena gana iré a cumplir tu mandato; de ninguna manera dejaré de hacerlo ni tengo por penoso el camino. Iré a hacer tu voluntad, pero acaso no seré oído con agrado; o si fuese oído, quizás no me creerá. Mañana en la tarde cuando se ponga el sol vendré a dar razón de tu mensaje, con lo que responda el prelado. ya me despido, Hija mía, la mas pequeña, mi Niña y Señora. Descansa entretanto". Luego se fue él a descansar a su casa.


Tercera Aparición:
Al día siguiente, domingo muy de madrugada, salió de su casa y se vino derecho a Tlatilolco a instruirse de las cosas divinas y estar presente en la cuenta para ver en seguida al prelado. casi a las diez, se aprestó, después de que se oyó Misa y se hizo la cuenta y se dispersó el gentío. Al punto se fue Juan Diego al palacio del señor Obispo. Apenas llegó, hizo todo empeño para verle: otra vez con mucha dificultad le vio; se arrodilló a sus pies; se entristeció y lloró al exponerle el mandato de la Señora del Cielo, que ojalá que creyera su mensaje y la voluntad de la Inmaculada de erigirle su templo donde manifestó que lo quería. El señor Obispo, para cerciorarse le preguntó muchas cosas, donde la vio y cómo era; y el refirió todo perfectamente al señor Obispo. Más aunque explicó con precisión la figura de ella y cuanto había visto y admirado, que en todo se descubría ser ella la siempre Virgen Santísima Madre del Salvador Nuestro Señor Jesucristo; sin embargo, el (Obispo) no le dio crédito y dijo que no solamente por su plática y solicitud se había de hacer lo que pedía; que, además, era muy necesaria alguna señal para que se le pudiera creer que le enviaba la misma Señora del cielo. Así que lo oyó dijo Juan Diego al Obispo: "Señor, mira cual ha de ser la señal que pides; que luego iré a pedírsela a la Señora del Cielo que me envió acá." Viendo el Obispo que ratificaba todo sin dudar ni retractar nada, le despidió. Mandó inmediatamente unas gentes de su casa, en quienes podía confiar, que le vinieran siguiendo y vigilando mucho a dónde iba y a quién veía y hablaba. Así se hizo. Juan Diego se vino derecho y caminó la calzada; los que venían tras él, donde pasa la barranca, cerca del puente del Tepeyacac, le perdieron; y aunque más buscaran por todas partes, en ninguna le vieron. Así es que se regresaron, no solamente porque se fastidiaron, sino también porque les estorbó su intento y les dio enojo. Eso fueron a informar al señor Obispo, inclinándose a que no le creyera: le dijeron que nomás le engañaba; que nomás forjaba lo que venía a decir, o que únicamente soñaba lo que decía y pedía; y en suma discurrieron que si otra vez volvía le habían de coger y castigar con dureza, para que nunca más mintiera y engañara. Entre tanto, Juan Diego estaba con la Santísima Virgen, diciéndole la respuesta que traía del señor Obispo; la que oída por la Señora le dijo: "Bien está hijito mío, volverás aquí mañana para que lleves al Obispo la señal que te ha pedido; con esto te creerá y acerca de esto ya no dudará ni de ti sospechará; y sábete, hijito mío, que yo te pagaré tu cuidado y el trabajo y cansancio que por mí has emprendido; ea, vete ahora, que mañana aquí te aguardo."


Cuarta Aparición:

"Al día siguiente, lunes, cuando tenía que llevar Juan Diego alguna señal para ser creído, ya no volvió. Porque cuando llegó a su casa, a un tío que tenía, llamado Juan Bernardino, le había dado enfermedad, y estaba muy grave. Primero fue a llamar a un médico y le auxilió; pero ya no era tiempo, ya estaba muy grave. Por la noche, le rogó su tío que de madrugada saliera y viniera a Tlatilolco a llamar a un sacerdote, que fuera a confesarle y disponerle, porque estaba muy cierto de que era tiempo de morir y que ya no se levantaría ni sanaría. El martes, muy de madrugada, se vino Juan Diego de su casa a Tlatilolco a llamar al sacerdote; y cuando venía llegando al camino que sale junto a la ladera del cerrillo del Tepeyacac, hacia el poniente por donde tenía costumbre de pasar, dijo: "Si me voy derecho, no sea que me vaya a ver la Señora, y en todo caso me detenga, para que lleve la señal al prelado, según me previno; que primero nuestra aflicción nos deje y primero llame yo de prisa al sacerdote; el pobre de mi tío lo está ciertamente aguardando." Luego dio vuelta al cerro; subió por entre él y pasó al otro lado, hacia el oriente, para llegar pronto a México y que no le detuviera la Señora del Cielo. Pensó que por donde dió la vuelta no podía verle la que está mirando bien a todas partes. La vio bajar de la cumbre del cerrillo y que estuvo mirando hacia donde antes él la veía. Salió a su encuentro a un lado del cerro y le dijo: "¿Que hay, hijo mío el más pequeño?, ¿a dónde vas?". Se apenó él un poco, o tuvo verguenza, o se asustó. Se inclinó delante de ella y la saludó, diciendo: "Niña mía, la mas pequeña de mis hijas. Señora, ojalá estés contenta. ¿Como has amanecido?, ¿Estás bien de salud, Señora y Niña mía? Voy a causarte aflicción: sabe, Niña mía, que está muy malo un pobre siervo tuyo, mi tío: le ha dado la peste, y está para morir. Ahora voy presuroso a tu casa de México a llamar a uno de los sacerdotes amados de Nuestro Señor, que vaya a confesarle y disponerle; porque desde que nacimos vinimos a aguardar el trabajo de nuestra muerte. Pero sí voy a hacerlo, volveré luego otra vez aquí, para ir a llevar tu mensaje. Señora y Niña mía, perdóname, tenme por ahora paciencia; no te engaño. Hija mía la mas pequeña, mañana vendré a toda prisa."

Después de oír la plática de Juan Diego, respondió la piadosísima Virgen: "Oye y ten entendido hijo mío el mas pequeño, que es nada lo que te asusta y aflije; no se turbe tu corazón; no temas esa enfermedad, ni otra alguna enfermedad y angustia. ¿No estoy yo aquí?, ¿No soy tu Madre?, ¿No estás bajo mi sombra?, ¿No soy yo tu salud?, ¿No estás por ventura en mi regazo?, ¿Qué mas has menester?. No te apene ni te inquiete otra cosa; no te aflija la enfermedad de tu tío, que no morirá ahora de ella; está seguro de que sanó." (Y entonces sanó su tío, según después se supo). Cuando Juan Diego oyó estas palabras de la Señora del Cielo consoló mucho; quedó contento. Le rogó que cuanto antes se despachara a ver al señor Obispo, a llevarle alguna señal y prueba, a fin de que creyera. La Señora del Cielo le ordenó luego que subiera a la cumbre del cerrito, donde antes la veía. Le dijo: "Sube, hijo mío el mas pequeño, a la cumbre del cerrito; allí donde me viste y te di órdenes, hallarás que hay diferentes flores; córtalas, júntalas, recógelas; en seguida baja y tráelas a mi presencia." Al punto subió Juan Diego al cerrillo. Y cuando llegó a la cumbre, se asombró mucho de que hubieran brotado tantas varias exquisitas rosas de Castilla, antes del tiempo en que se dan, porque a la sazón se encrudecía el hielo. Estaban muy fragantes y llenas del rocío de la noche, que semejaba perlas preciosas. Luego empezó a cortarlas; las juntó todas y las hecho en su regazo. La cumbre del cerrito no era lugar en que se dieran ningunas flores, porque tenía muchos riscos, abrojos, espinas, nopales y mezquites; y si se solían dar hierbecillas, entonces era el mes de diciembre, en que todo lo come y echa a perder el hielo. Bajó inmediatamente y trajo a la Señora del Cielo las diferentes flores que fue a cortar; la que, así como las vio, las cogió con su mano y otra vez se las echó en el regazo, diciéndole: "Hijo mío el mas pequeño, esta diversidad de flores es la prueba y señal que llevarás al Obispo. Le dirás en mi nombre que vea en ella mi voluntad y que él tiene que cumplirla. Tú eres mi embajador, muy digno de confianza. Rigurosamente te ordeno que sólo delante del Obispo despliegues tu manta y descubras lo que llevas. Contarás bien todo; dirás que te mandé subir a la cumbre del cerrito, que fueras a cortar flores, y todo lo que viste y admiraste, para que puedas inducir al prelado a que dé su ayuda, con objeto de que se haga y erija el templo que he pedido." Después que la Señora del Cielo le dio su consejo, se puso en camino por la calzada que viene derecho a México; ya contento y seguro de salir bien, trayendo con mucho cuidado lo que portaba en su regazo, no fuera que algo se le soltara de las manos, gozándose en la fragancia de las variadas hermosas flores.

COMPARTE ESTA BELLA HISTORIA CON TUS HIJOS




Primero, usa esta oportunidad para hablarles de su herencia prehispánica. Explícales que:
  1. Antes de que los españoles llegaran a América:
    • La Ciudad de México se llamaba Tenochtitlán.
    • A la gente que vivía en Tenochtitlán se les llamabanaztecas, o mexicas.
    • Los aztecas hablaron el idioma Nahuatl.
  2. La historia que les vas a contar fue escrita por primera vez en Nahuatl, en un libro llamado Nican Mopuhua.
Luego, puedes darles una breve explicación de la conquista de México por los españoles.
  1. Los españoles llegaron a América en barcos. Hernán Cortés, 400 soldados españoles, 4000 guerreros tlaxcaltecas (enemigos de los aztecas) y 16 caballos tomaron la ciudad de Tenochtitlán en nombre del Rey de España Carlos V en el año 1521.
  2. Moctezuma, el rey de los aztecas, no luchó bien, porque había visto señales, como por ejemplo un cometa en el cielo. Además, nunca había visto un caballo. No existían en Tenochtitlán. Él pensó que tal vez los españoles eran dioses. No los quería ofender.
  3. Finalmente los españoles ganaron la batalla y tomaron el control. Una de las cosas que trajeron con ellos fue la religión católica.
Ahora puedes empezar tu historia.
  • Era el año de 1531, hace 480 años. Afuera de la Ciudad de México en un pueblo llamado Cuautitlán, vivía un hombre bueno quien se llamaba Cuauhtlatoatzin.
  • Los padres católicos lo bautizaron y le dieron otro nombre. Le decían “Juan Diego”.
  • Juan Diego no tenía burro ni caballo. Entonces, caminaba muchísimo. Acostumbraba caminar de Cuautitlan a Tlatelolco (una caminata de varias horas) para ir a misa.
  • Un día 9 de diciembre iba por el cerro del Tepeyac en su camino acostumbrado cuando oyó una música hermosa. Al voltear vio una luz en la cima del cerro, y escuchó una voz que le llamaba.
    “Juanito. Querido Juan Dieguito.”
  • Al acercarse vio a una señora morena quien vestía un manto del color del cielo y salpicado de estrellas. Esta mujer le hablaba en náhuatl, y le dio una misión: ir al obispo a decirle que le construyera una iglesia en este cerro.
  • Juan Diego corrió a Tlatelolco a decirle al obispo español lo que le había dicho la señora, quien le había hablado con mucha ternura. Ella le había contado que quería dar todo su amor a sus hijos, y que ella era su madre.
  • El obispo se llamaba Fray Juan de Zumárraga. Él no le creyó a Juan Diego, porque lo consideraba un indio humilde e ignorante. “Tráeme una señal,” le exigía.
  • Juan Diego regresó muy triste al Tepeyac. Volvió a aparecer la señora por su camino. “Niña,” le dijo. “El obispo me pide una señal.”
  • La Virgen (porque ella era la Virgen María, madre de Jesús) le dijo que fuera a la cima del cerro y que cortara unas rosas. Eso era muy raro porque era diciembre, y las rosas no crecían en este lugar.
  • Pero Juan Diego encontró flores muy bonitas, y las cortó para llevarlas al obispo. Las puso en su tilma (un manto hecho de fibra de maguey) para cuidarlas para el largo camino a Tlatelolco.
  • Juan Diego llegó muy emocionado a Tlatelolco a ver al obispo. Estaba nervioso, esperando con todo su corazón que Zumárraga lo recibiera y aceptara la señal.
  • Por fin llegó con el obispo. Abrió su tilma para darle las flores, y cuando se cayeron las rosas, abajo se vio algo esplendoroso.
  • En la tilma de Juan Diego estaba el retrato de la Señora del Tepeyac, una mujer morena, con facciones mexicas y una cara amorosa, vestida con un manto del cielo salpicado de estrellas.
Ahora diles a tus hijos que si quieren ver esta tilma está en una iglesia que hicieron en el cerro del Tepeyac.
Cuéntales que cada año el 12 de diciembre se hace una gran fiesta en honor a la Virgen de Guadalupe, la Madre de las Américas.
Desde el 1 de diciembre si están en México pueden ver a grandes grupos de peregrinos que salen de todos los puntos del país y el extranjero y empiezan a desplazarse hacia la iglesia de la Virgen.
Muchas personas vienen caminando desde muy lejos.
La noche del 11 de diciembre casi siempre hace muchísimo frío, pero los peregrinos son valientes y se juntan en la iglesia y en la plaza y las calles afuera, llenando todos los espacios. El año pasado más de 6 millones de peregrinos llegaron a la Villa el 12 de diciembre.
A las once de la noche empiezan las mañanitas a la Virgen. Muchas estrellas de la televisión, como Lucero, se visten en trajes tradicionales mexicanos y cantan a la Virgen en su casa.
Afuera en la plaza, los descendientes de los aztecas, vestidos con plumas y trajes típicos, le traen sus danzas a la Virgen. Otras personas le vienen a ofrecer la música de las bandas.
Otros traen flores y regalos para la iglesia. Todos vienen muy contentos, para festejar y demostrar a todos que tienen una mamá muy bonita: La Morenita, la Señora del Tepeyac.