martes, 30 de abril de 2013

Virgencita del Tepeyac



Virgencita del Tepeyac, morena, 
tu eres mi madre, Señora Divina 
tu eres la luz donde el mundo camina, 
Dios te forjó pura y de Gracia Plena. 

Desde el cielo bajaste envuelta de Sol
de entre toda escogida Doncella,
con el fulgor de la más bella estrella
para dar belleza a la mar tornasol.

Oigo cantar, a la madre más bella
una voz canora en el paraíso,
a la Reina del cielo que dios quiso
que con pureza siguieran su huella.

En la campiña no existe la rosa,
en toda la tierra no hay oro mejor
siquiera comparable a tu resplandor
ni pureza de Santísima Esposa.

De los humanos eres Sagrario
y me cubre tu Venerable Aliento…
el dulce Ayate, tu Tilma, tu Manto
y todo se calma en tu Rosario.

Te canto porque soy guadalupano
y con esa voz, traigo un solo ruego
“Mi Niña” como dijo el indio Diego,
no olvides a tu siervo franciscano.

domingo, 21 de abril de 2013

MEDALLA DE LA VIRGEN DE GUADALUPE

La frase escrita correctamente en latín es: "non fecit taliter omni nationi".

Y varias traducciones usuales son:

"no hizo nada semenajante por ninguna otra nación"

"así no hizo con ningún otro pueblo"

"con ningún otro pueblo ha actuado así"

"a ningún otro pueblo trató así"




Más que un traducción literal, palabra por palabra, que sería: "no hizo de esa manera en toda (otra) nación", te he propuesto varias traducciones que dan el sentido que tiene la frase en el salmo 147, versículo 20, de donde la obtuvo fray Francisco de Florencia, jesuita mexicano del siglo XVIII.

El papa Benedicto XIV autorizó que esa frase se colocara junto a la imagen de la Virgen de Guadalupe en 1754.





LAS MAÑANITAS A LA VIRGEN DE GUADALUPE


EL CULTO GUADALUPANO



Su culto, localizado en un principio en el valle de México, más tarde se extendió por todo el vasto territorio de la Nueva España y aún más allá, y por todas partes dejó muy vivas manifestaciones de su presencia. De una devoción circunscrita, en sus inicios, a los naturales, pasó a ser la de los mestizos y los criollos, y pronto se universalizó. Todo ello testimoniado por las muchas reproducciones de su imagen, por los templos y altares que se le levantaron, por las obras devotas, teológicas, históricas y literarias que a Ella se dedicaron.

SIGNIFICADO DEL GUADALUPANISMO:
La virgen de Guadalupe, con gran regocijo popular, fue reconocida por el papado y la monarquía española como la patrona de Nueva España. El nuevo culto proporcionó fundamento espiritual autónomo para la iglesia Mexicana, pues a partir de entonces se afirmó la idea de que la cristiandad Americana surgió, gracias a la intervención de la virgen de Guadalupe. Los criollos, los indígenas y las castas se unieron en la veneración de la Guadalupana, que representaba a la patria criolla. Esta veneración se convirtió en factor de unidad nacional. La imagen sería invocada y expuesta como un remedio contra las sequías, las inundaciones y las epidemias y, mas tarde, los insurgentes la adoptaron como estandarte político. De este modo surgió un símbolo nacional, reconocido por la inmensa mayoría de habitantes de Nueva España, símbolo que liberó a los criollos de su origen español, los desligó de España y les permitió identificarse con la tierra donde vivían.

LAS APARICIONES



Relato de las apariciones de acuerdo al Nican Mopohua, el escrito más antiguo que existe sobre las apariciones de la Virgen de Guadalupe.


Primera Aparición:
Era sábado muy de madrugada cuando Juan Diego venía en pos del culto divino y de sus mandatos a Tlatilolco.

Al llegar junto al cerrito llamado Tepeyacac, amanecía; y oyó cantar arriba del cerro; semejaba canto de varios pájaros; callaban a ratos las voces de los cantores; y parecía que el monte les respondía. Su canto, muy suave y deleitoso, sobrepasaba al del coyoltótotl y del tzinizcan y de otros pájaros lindos que cantan.

Se paró Juan Diego para ver y dijo para sí: "¿Por ventura soy digno de lo que oigo?, ¿Quizás sueño?, ¿Me levanto de dormir?, ¡Dónde estoy?, ¿Acaso en el paraíso terrenal, que dejaron dicho los viejos, nuestros mayores?, ¿Acaso ya en el cielo?"
Estaba viendo hacia el oriente, arriba del cerrillo, de donde procedía el precioso canto celestial.
Y así que cesó repentinamente y se hizo el silencio, oyó que le llamaban de arriba del cerrito y le decían: "Juanito, Juan Dieguito."

Luego se atrevió a ir a donde le llamaban. No se sobresaltó un punto, al contrario, muy contento, fue subiendo el cerrillo, a ver de dónde le llamaban.

Cuando llegó a la cumbre vio a una señora, que estaba allí de pie y que le dijo que se acercara.

Llegado a su presencia, se maravilló mucho de su sobrehumana grandeza: su vestidura era radiante como el sol; el risco en que posaba su planta, flechado por los resplandores, semejaba una ajorca de piedras preciosas; y relumbraba la tierra como el arco iris. Los mezquites, nopales y otras diferentes hierbecillas que allí se suelen dar parecían de esmeralda; su follaje, finas turquesas; y sus ramas y espinas brillaban como el oro.

Se inclinó delante de ella y oyó su palabra, muy suave y cortés, cual de quien atrae y estima mucho.

Ella le dijo: "¿Juanito, el mas pequeño de mis hijos, dónde vas?"

El respondió: Señora y Niña mía, tengo que llegar a tu casa de México Tlatilolco, a seguir las cosas divinas, que nos dan y enseñan nuestros sacerdotes, delegados de Nuestro Señor".  Ella luego le habló y le descubrió su santa voluntad. Le dijo: "Sabe y ten entendido, tú el más pequeño de mis hijos, que yo soy la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios por quien se vive: del Creador cabe quien está todo: Señor del cielo y de la tierra. Deseo vivamente que se me erija aquí un templo, para en él mostrar y dar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa, pues yo soy vuestra piadosa madre, a ti, a todos vosotros juntos los moradores de esta tierra y a los demás amadores míos que me invoquen y en mi confíen; oír allí sus lamentos y remediar todas sus miserias, penas y dolores.
Y para realizar lo que mi clemencia pretende, ve al palacio del Obispo de México y le dirás cómo yo te envío a manifestarle lo que deseo, que aquí me edifique un templo: le contarás puntualmente cuanto has visto y admirado, y lo que has oído. Ten por seguro que te lo agradeceré bien y lo pagaré, porque te haré feliz y merecerás mucho que yo recompense el trabajo y fatiga con que vas a procurar lo que te encomiendo. Mira que ya has oído mi mandato hijo mío el mas pequeño, anda y pon todo tu esfuerzo."
Juan Diego contestó: Señora mía, ya voy a cumplir tu mandato; por ahora me despido de ti, yo tu humilde siervo."
Luego bajó, para ir a hacer su mandato; y salió a la calzada que viene en línea recta a México."


Segunda Aparición:
Habiendo entrado sin delación en la ciudad, Juan Diego se fue en derechura al palacio del obispo que era el prelado que muy poco antes había venido y se llamaba Fray Juan de Zumárraga, religioso de San Francisco. Apenas llegó trató de verle; rogó a sus criados que fueran a anunciarle. Y pasado un buen rato, vinieron a llamarle, que había mandado el señor Obispo que entrara.

Luego que entró, en seguida le dio el recado de la Señora del Cielo; y también le dijo cuanto admiró, vio y oyó. Después de oír toda su plática y su recado, pareció no darle crédito. El Obispo le respondió; "Otra vez vendrás, hijo mío, y te oiré más despacio; lo veré muy desde el principio y pensaré en la voluntad y deseo con que has venido." Juan Diego salió y se vino triste, porque de ninguna manera se realizó su mensaje. En el mismo día se volvió; se vino derecho a la cumbre del cerrito, y acertó con la Señora del Cielo, que le estaba aguardando, allí mismo donde le vio la primera vez: "Señora, la mas pequeña de mis hijas. Niña mía, fui a donde me enviaste a cumplir tu mandato, le vi y le expuse tu mensaje, así como me advertiste; me recibió benignamente y me oyó con atención; pero en cuanto me respondió, apareció que no lo tuvo por cierto. Me dijo: Otra vez vendrás, te oiré mas despacio, veré muy desde el principio el deseo y voluntad con que has venido. Comprendí perfectamente en la manera que me respondió que piensa que es quizás invención mía que tú quieres que aquí te hagan un templo y que acaso no es de orden tuya; por lo cual te ruego encarecidamente, Señora y Niña mía, que a alguno de los principales, conocido y respetado y estimado, le encargues que lleve tu mensaje, para que le crean; porque yo soy solo un hombrecillo, soy un cordel, soy una escalerilla de tablas, soy cola, soy hoja, soy gente menuda, y tú, Niña mía, la mas pequeña de mis hijas, Señora, me envías a un lugar por donde no ando y donde no paro. Perdóname que te cause pesadumbre y caiga en tu enojo, Señora y Dueña mía." Le respondió la Santísima Virgen: "Oye, hijo mío el mas pequeño, ten entendido que son muchos mis servidores y mensajeros a quienes puedo encargar que lleven mi mensaje y hagan mi voluntad; pero es de todo punto preciso que tu mismo solicites y ayudes y que con tu mediación se cumpla mi voluntad. Mucho te ruego, hijo mío el mas pequeño, y con rigor te mando, que otra vez vayas mañana a ver al Obispo. Dale parte en mi nombre y hazle saber por entero mi voluntad: que tiene que poner por obra el templo que le pido. Y otra vez dile que yo en persona, la siempre Virgen Santa María, Madre de Dios, te envía."

Respondió Juan Diego: "Señora y Niña mía, no te cause yo aflicción; de muy buena gana iré a cumplir tu mandato; de ninguna manera dejaré de hacerlo ni tengo por penoso el camino. Iré a hacer tu voluntad, pero acaso no seré oído con agrado; o si fuese oído, quizás no me creerá. Mañana en la tarde cuando se ponga el sol vendré a dar razón de tu mensaje, con lo que responda el prelado. ya me despido, Hija mía, la mas pequeña, mi Niña y Señora. Descansa entretanto". Luego se fue él a descansar a su casa.


Tercera Aparición:
Al día siguiente, domingo muy de madrugada, salió de su casa y se vino derecho a Tlatilolco a instruirse de las cosas divinas y estar presente en la cuenta para ver en seguida al prelado. casi a las diez, se aprestó, después de que se oyó Misa y se hizo la cuenta y se dispersó el gentío. Al punto se fue Juan Diego al palacio del señor Obispo. Apenas llegó, hizo todo empeño para verle: otra vez con mucha dificultad le vio; se arrodilló a sus pies; se entristeció y lloró al exponerle el mandato de la Señora del Cielo, que ojalá que creyera su mensaje y la voluntad de la Inmaculada de erigirle su templo donde manifestó que lo quería. El señor Obispo, para cerciorarse le preguntó muchas cosas, donde la vio y cómo era; y el refirió todo perfectamente al señor Obispo. Más aunque explicó con precisión la figura de ella y cuanto había visto y admirado, que en todo se descubría ser ella la siempre Virgen Santísima Madre del Salvador Nuestro Señor Jesucristo; sin embargo, el (Obispo) no le dio crédito y dijo que no solamente por su plática y solicitud se había de hacer lo que pedía; que, además, era muy necesaria alguna señal para que se le pudiera creer que le enviaba la misma Señora del cielo. Así que lo oyó dijo Juan Diego al Obispo: "Señor, mira cual ha de ser la señal que pides; que luego iré a pedírsela a la Señora del Cielo que me envió acá." Viendo el Obispo que ratificaba todo sin dudar ni retractar nada, le despidió. Mandó inmediatamente unas gentes de su casa, en quienes podía confiar, que le vinieran siguiendo y vigilando mucho a dónde iba y a quién veía y hablaba. Así se hizo. Juan Diego se vino derecho y caminó la calzada; los que venían tras él, donde pasa la barranca, cerca del puente del Tepeyacac, le perdieron; y aunque más buscaran por todas partes, en ninguna le vieron. Así es que se regresaron, no solamente porque se fastidiaron, sino también porque les estorbó su intento y les dio enojo. Eso fueron a informar al señor Obispo, inclinándose a que no le creyera: le dijeron que nomás le engañaba; que nomás forjaba lo que venía a decir, o que únicamente soñaba lo que decía y pedía; y en suma discurrieron que si otra vez volvía le habían de coger y castigar con dureza, para que nunca más mintiera y engañara. Entre tanto, Juan Diego estaba con la Santísima Virgen, diciéndole la respuesta que traía del señor Obispo; la que oída por la Señora le dijo: "Bien está hijito mío, volverás aquí mañana para que lleves al Obispo la señal que te ha pedido; con esto te creerá y acerca de esto ya no dudará ni de ti sospechará; y sábete, hijito mío, que yo te pagaré tu cuidado y el trabajo y cansancio que por mí has emprendido; ea, vete ahora, que mañana aquí te aguardo."


Cuarta Aparición:

"Al día siguiente, lunes, cuando tenía que llevar Juan Diego alguna señal para ser creído, ya no volvió. Porque cuando llegó a su casa, a un tío que tenía, llamado Juan Bernardino, le había dado enfermedad, y estaba muy grave. Primero fue a llamar a un médico y le auxilió; pero ya no era tiempo, ya estaba muy grave. Por la noche, le rogó su tío que de madrugada saliera y viniera a Tlatilolco a llamar a un sacerdote, que fuera a confesarle y disponerle, porque estaba muy cierto de que era tiempo de morir y que ya no se levantaría ni sanaría. El martes, muy de madrugada, se vino Juan Diego de su casa a Tlatilolco a llamar al sacerdote; y cuando venía llegando al camino que sale junto a la ladera del cerrillo del Tepeyacac, hacia el poniente por donde tenía costumbre de pasar, dijo: "Si me voy derecho, no sea que me vaya a ver la Señora, y en todo caso me detenga, para que lleve la señal al prelado, según me previno; que primero nuestra aflicción nos deje y primero llame yo de prisa al sacerdote; el pobre de mi tío lo está ciertamente aguardando." Luego dio vuelta al cerro; subió por entre él y pasó al otro lado, hacia el oriente, para llegar pronto a México y que no le detuviera la Señora del Cielo. Pensó que por donde dió la vuelta no podía verle la que está mirando bien a todas partes. La vio bajar de la cumbre del cerrillo y que estuvo mirando hacia donde antes él la veía. Salió a su encuentro a un lado del cerro y le dijo: "¿Que hay, hijo mío el más pequeño?, ¿a dónde vas?". Se apenó él un poco, o tuvo verguenza, o se asustó. Se inclinó delante de ella y la saludó, diciendo: "Niña mía, la mas pequeña de mis hijas. Señora, ojalá estés contenta. ¿Como has amanecido?, ¿Estás bien de salud, Señora y Niña mía? Voy a causarte aflicción: sabe, Niña mía, que está muy malo un pobre siervo tuyo, mi tío: le ha dado la peste, y está para morir. Ahora voy presuroso a tu casa de México a llamar a uno de los sacerdotes amados de Nuestro Señor, que vaya a confesarle y disponerle; porque desde que nacimos vinimos a aguardar el trabajo de nuestra muerte. Pero sí voy a hacerlo, volveré luego otra vez aquí, para ir a llevar tu mensaje. Señora y Niña mía, perdóname, tenme por ahora paciencia; no te engaño. Hija mía la mas pequeña, mañana vendré a toda prisa."

Después de oír la plática de Juan Diego, respondió la piadosísima Virgen: "Oye y ten entendido hijo mío el mas pequeño, que es nada lo que te asusta y aflije; no se turbe tu corazón; no temas esa enfermedad, ni otra alguna enfermedad y angustia. ¿No estoy yo aquí?, ¿No soy tu Madre?, ¿No estás bajo mi sombra?, ¿No soy yo tu salud?, ¿No estás por ventura en mi regazo?, ¿Qué mas has menester?. No te apene ni te inquiete otra cosa; no te aflija la enfermedad de tu tío, que no morirá ahora de ella; está seguro de que sanó." (Y entonces sanó su tío, según después se supo). Cuando Juan Diego oyó estas palabras de la Señora del Cielo consoló mucho; quedó contento. Le rogó que cuanto antes se despachara a ver al señor Obispo, a llevarle alguna señal y prueba, a fin de que creyera. La Señora del Cielo le ordenó luego que subiera a la cumbre del cerrito, donde antes la veía. Le dijo: "Sube, hijo mío el mas pequeño, a la cumbre del cerrito; allí donde me viste y te di órdenes, hallarás que hay diferentes flores; córtalas, júntalas, recógelas; en seguida baja y tráelas a mi presencia." Al punto subió Juan Diego al cerrillo. Y cuando llegó a la cumbre, se asombró mucho de que hubieran brotado tantas varias exquisitas rosas de Castilla, antes del tiempo en que se dan, porque a la sazón se encrudecía el hielo. Estaban muy fragantes y llenas del rocío de la noche, que semejaba perlas preciosas. Luego empezó a cortarlas; las juntó todas y las hecho en su regazo. La cumbre del cerrito no era lugar en que se dieran ningunas flores, porque tenía muchos riscos, abrojos, espinas, nopales y mezquites; y si se solían dar hierbecillas, entonces era el mes de diciembre, en que todo lo come y echa a perder el hielo. Bajó inmediatamente y trajo a la Señora del Cielo las diferentes flores que fue a cortar; la que, así como las vio, las cogió con su mano y otra vez se las echó en el regazo, diciéndole: "Hijo mío el mas pequeño, esta diversidad de flores es la prueba y señal que llevarás al Obispo. Le dirás en mi nombre que vea en ella mi voluntad y que él tiene que cumplirla. Tú eres mi embajador, muy digno de confianza. Rigurosamente te ordeno que sólo delante del Obispo despliegues tu manta y descubras lo que llevas. Contarás bien todo; dirás que te mandé subir a la cumbre del cerrito, que fueras a cortar flores, y todo lo que viste y admiraste, para que puedas inducir al prelado a que dé su ayuda, con objeto de que se haga y erija el templo que he pedido." Después que la Señora del Cielo le dio su consejo, se puso en camino por la calzada que viene derecho a México; ya contento y seguro de salir bien, trayendo con mucho cuidado lo que portaba en su regazo, no fuera que algo se le soltara de las manos, gozándose en la fragancia de las variadas hermosas flores.

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Primero, usa esta oportunidad para hablarles de su herencia prehispánica. Explícales que:
  1. Antes de que los españoles llegaran a América:
    • La Ciudad de México se llamaba Tenochtitlán.
    • A la gente que vivía en Tenochtitlán se les llamabanaztecas, o mexicas.
    • Los aztecas hablaron el idioma Nahuatl.
  2. La historia que les vas a contar fue escrita por primera vez en Nahuatl, en un libro llamado Nican Mopuhua.
Luego, puedes darles una breve explicación de la conquista de México por los españoles.
  1. Los españoles llegaron a América en barcos. Hernán Cortés, 400 soldados españoles, 4000 guerreros tlaxcaltecas (enemigos de los aztecas) y 16 caballos tomaron la ciudad de Tenochtitlán en nombre del Rey de España Carlos V en el año 1521.
  2. Moctezuma, el rey de los aztecas, no luchó bien, porque había visto señales, como por ejemplo un cometa en el cielo. Además, nunca había visto un caballo. No existían en Tenochtitlán. Él pensó que tal vez los españoles eran dioses. No los quería ofender.
  3. Finalmente los españoles ganaron la batalla y tomaron el control. Una de las cosas que trajeron con ellos fue la religión católica.
Ahora puedes empezar tu historia.
  • Era el año de 1531, hace 480 años. Afuera de la Ciudad de México en un pueblo llamado Cuautitlán, vivía un hombre bueno quien se llamaba Cuauhtlatoatzin.
  • Los padres católicos lo bautizaron y le dieron otro nombre. Le decían “Juan Diego”.
  • Juan Diego no tenía burro ni caballo. Entonces, caminaba muchísimo. Acostumbraba caminar de Cuautitlan a Tlatelolco (una caminata de varias horas) para ir a misa.
  • Un día 9 de diciembre iba por el cerro del Tepeyac en su camino acostumbrado cuando oyó una música hermosa. Al voltear vio una luz en la cima del cerro, y escuchó una voz que le llamaba.
    “Juanito. Querido Juan Dieguito.”
  • Al acercarse vio a una señora morena quien vestía un manto del color del cielo y salpicado de estrellas. Esta mujer le hablaba en náhuatl, y le dio una misión: ir al obispo a decirle que le construyera una iglesia en este cerro.
  • Juan Diego corrió a Tlatelolco a decirle al obispo español lo que le había dicho la señora, quien le había hablado con mucha ternura. Ella le había contado que quería dar todo su amor a sus hijos, y que ella era su madre.
  • El obispo se llamaba Fray Juan de Zumárraga. Él no le creyó a Juan Diego, porque lo consideraba un indio humilde e ignorante. “Tráeme una señal,” le exigía.
  • Juan Diego regresó muy triste al Tepeyac. Volvió a aparecer la señora por su camino. “Niña,” le dijo. “El obispo me pide una señal.”
  • La Virgen (porque ella era la Virgen María, madre de Jesús) le dijo que fuera a la cima del cerro y que cortara unas rosas. Eso era muy raro porque era diciembre, y las rosas no crecían en este lugar.
  • Pero Juan Diego encontró flores muy bonitas, y las cortó para llevarlas al obispo. Las puso en su tilma (un manto hecho de fibra de maguey) para cuidarlas para el largo camino a Tlatelolco.
  • Juan Diego llegó muy emocionado a Tlatelolco a ver al obispo. Estaba nervioso, esperando con todo su corazón que Zumárraga lo recibiera y aceptara la señal.
  • Por fin llegó con el obispo. Abrió su tilma para darle las flores, y cuando se cayeron las rosas, abajo se vio algo esplendoroso.
  • En la tilma de Juan Diego estaba el retrato de la Señora del Tepeyac, una mujer morena, con facciones mexicas y una cara amorosa, vestida con un manto del cielo salpicado de estrellas.
Ahora diles a tus hijos que si quieren ver esta tilma está en una iglesia que hicieron en el cerro del Tepeyac.
Cuéntales que cada año el 12 de diciembre se hace una gran fiesta en honor a la Virgen de Guadalupe, la Madre de las Américas.
Desde el 1 de diciembre si están en México pueden ver a grandes grupos de peregrinos que salen de todos los puntos del país y el extranjero y empiezan a desplazarse hacia la iglesia de la Virgen.
Muchas personas vienen caminando desde muy lejos.
La noche del 11 de diciembre casi siempre hace muchísimo frío, pero los peregrinos son valientes y se juntan en la iglesia y en la plaza y las calles afuera, llenando todos los espacios. El año pasado más de 6 millones de peregrinos llegaron a la Villa el 12 de diciembre.
A las once de la noche empiezan las mañanitas a la Virgen. Muchas estrellas de la televisión, como Lucero, se visten en trajes tradicionales mexicanos y cantan a la Virgen en su casa.
Afuera en la plaza, los descendientes de los aztecas, vestidos con plumas y trajes típicos, le traen sus danzas a la Virgen. Otras personas le vienen a ofrecer la música de las bandas.
Otros traen flores y regalos para la iglesia. Todos vienen muy contentos, para festejar y demostrar a todos que tienen una mamá muy bonita: La Morenita, la Señora del Tepeyac.

¿ QUIEN ES LA VIRGEN DE GUADALUPE?



Parte del milagro de la imagen de la Virgen de Guadalupe es que cada persona puede ver algo diferente en ella. Para unos es la Madre María, para otros es Tonantzin, la diosa azteca. Unos la ven morena, otros mestiza, otros rubia. Se le venera oficialmente en la iglesia Católica, y se le danza también en ritos indígenas. Aún aquellos que “no creen en nada”, aman a la Virgen de Guadalupe.

Virgen Santa María de Guadalupe

La Virgen de Guadalupe se le apareció cuatro veces a un indígena llamado Juan Diego en el Tepeyac, México, entre el 9 y el 12 de diciembre de 1531. La virgen le dijo:
“Juanito, el más pequeño de mis hijos, ¿a dónde vas?... sabe y ten entendido, tú el más pequeño de mis hijos, que yo soy la siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios, por quien se vive; del Creador cabe quien está todo; Señor del cielo y de la tierra. Deseo vivamente que se me erija aquí un templo, para en él mostrar y dar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa pues yo soy vuestra piadosa madre; a ti, a todos vosotros juntos los moradores de esta tierra y a los demás amadores míos que me invoquen y en Mí confíen; oír allí sus lamentos, y remediar todas sus miserias, penas y dolores.”
La Virgen le pidió a Juan Diego que fuera al palacio del obispo de México para decirle que le construyeran un templo en el lugar de la aparición, el Tepeyac. Como el obispo no le creyó a Juan Diego, la Virgen hizo que aparecieran milagrosamente rosas de Castilla en el cerro, para que Juan Diego las presentara al obispo. Hizo también que su imagen se quedara permanentemente en la manta de Juan Diego.
Aunque es lógico asumir que a la Señora del Tepeyac se le llama Virgen de Guadalupe por haber sido transplantada de Extremadura, España, donde existe una estatua con este mismo nombre, no necesariamente es así. Se dice que el nombre de la Virgen mexicana surge de su aparición a Juan Bernardino, el tío de Juan Diego. Ella se identificó como la “siempre virgen Santa María de Guadalupe". Algunos estudiosos creen que ella no dijo “de Guadalupe” sino “te coatlaxopeuh” que significa “quien destruye a la serpiente de piedra” (el dios Quetzalcoatl).

Tonantzin

El poder unificador de la Virgen de Guadalupe se mostró inmediatamente después de su aparición. Solo 20 años después de que la Señora del Tepeyac se le apareciera a Juan Diego, unos 9 millones de indígenas ya se habían convertido al catolicismo. ¿Qué pudo haber propiciado esto?
Antes de la caída de la capital azteca de Tenochtitlán en 1521, el Tepeyac había sido el lugar de un antiguo templo dedicado a la diosa azteca Tonantzin. Este templo había sido destruido por los españoles.
La historia original de la Virgen de Guadalupe aparece en náhuatl en el Nican Mopohua , un documento escrito en esta lengua uto-azteca, y publicado en 1649 por Luis de la Vega. Contado desde un punto de vista católico, se toma como prueba de la validez de la iglesia en México y del papel de la Virgen de Guadalupe como patrona de ese país.
Sin embargo, es posible que Juan Diego no fuera un simple campesino como cuenta la leyenda. Una investigación del Vaticano reveló que Juan Diego había sido un príncipe, hijo del rey Texcoco, quien ayudó a Hernán Cortés a derrotar a los aztecas. Su estatus social pudo haber sido la razón por la cual tantos indígenas accedieron a ser bautizados después de la aparición de la Virgen.
Los indígenas que se convirtieron al catolicismo continuaron acudiendo al templo de la Virgen de Guadalupe. También continuaron llamándola Tonantzin, como su antigua diosa.
Hoy en día, en la misa católica del 12 de diciembre en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, se le llama Guadalupe-Tonantzin a la Señora del Tepeyac.

Realidad factual y realidad espiritual

Se han hecho muchos estudios de la imagen de la Virgen de Guadalupe para intentar comprobar si realmente es de origen divino. Sin embargo, hay una verdad más importante que el origen de los pigmentos o si de verdad tiene retratada en la pupila la escena de su aparición en la tilma de Juan Diego.
La Virgen de Guadalupe, María la Madre de Dios, o Tonantzin, la diosa madre, une dos realidades para formar una más grande. Es la figura femenina que propicia que dos culturas se unan. Es la Madre que acoge a quien la busque en su propio corazón. La Virgen de Guadalupe es como un reflejo que devuelve el amor: nos regala el milagro de reconocer la propia humanidad en el rostro del hermano, sin importar su aspecto o herencia cultural.

HISTORIA


La veneración por la Virgen de Guadalupe, también conocida como la Virgen Morenita o simplemente “la Morenita”, que se celebra el 12 de diciembre de cada año, es uno de los elementos únicos del catolicismo en México. La Virgen de Guadalupe fue la figura clave para la aceptación de la religión católica por las poblaciones indígenas en México que mezclaron las creencias apostólicas romanas tradicionales con algunos elementos de las tradiciones religiosas indígenas precolombinas.

La estrategia de la conquista
El fervor nacionalista de la España medieval se tradujo en la utilización de la fe católica que los conquistadores trajeron a las costas mexicanas en 1519 como una estrategia de la conquista. Los españoles vinieron con la misión de “salvar las almas indias” y buscar la conversión de cientos de miles de indígenas. Por eso, la fase inicial de la conquista española de México fue caracterizada por la destrucción de templos indígenas, conversiones forzadas y bautizos en masa.
Las religiones existentes
La conversión a esta nueva y extraña fe no fue fácil. En esos tiempos, casi todos los grupos indígenas de México adoraban un panteón de dioses principalmente asociados a varios aspectos de la naturaleza como la lluvia, los vientos y el maíz. Para los aztecas, los dioses más poderosos incluían a Quetzalcóatl (el patrón de las letras y las artes), Tláloc (el dios de la lluvia) y Huitzilopochtli (el dios de la guerra).
Los mayas en la península del Yucatán usaban una cruz asimétrica con piezas verticales y horizontales de igual longitud. La cruz maya todavía puede encontrarse en los pueblos de Yucatán. La iglesia ha permitido el uso de la cruz a través de los años, aun cuando sabía que los cuatro puntos representan a los dioses del viento del norte, sur, este y oeste.
Según el autor de Historia de las Religiones, los conquistadores europeos se encontraron con una miríada de deidades indígenas que “tenía ya mil años y una tradición que combinaba la literatura oral con los códices y estelas, y una singular mitología con bastantes puntos en común. Los dioses mayas, olmecas, chimúes, toltecas, teotihuacanos, aztecas e incas se parecían bastante entre sí y en ocasiones eran intercambiables.”
Los códices originales fueron destruidos
Los chamanes –antiguos sacerdotes- de estas culturas visualizaron una mitología cosmogónica –una narración mítica que desea dar respuesta al origen del universo y de la propia humanidad- y etiológica - la ciencia que estudia las causas de las cosas- para explicar los orígenes del universo, de los héroes culturales y civilizadores (el más famoso, Quetzalcóatl, la serpiente emplumada) y de la vida material y espiritual.
Este legado se registró en códices escritos después de la conquista, ya que los códices mayas que existían fueron destruidos por los religiosos, quienes pensaron que su influencia era negativa para su intento de conversión. Las creencias se mezclaron con creencias cristianas, que se reflejan en la manera en que hoy día se realizan ciertas fiestas católicas y celebraciones en México y otros países de América Central y Sud América donde estas poblaciones indígenas son todavía numerosas y conservan sus idiomas y tradiciones.
La leyenda de la Virgen de Guadalupe
Fue la Virgen de Guadalupe, cuya historia se remonta a 1531, y sólo doce años después de que Hernán Cortés pusiera pie en tierras mexicanas, que logró la unificación y aceptación de la fe católica en México.
El 9 de diciembre de 1531, como lo cuenta la historia, un indio pobre llamado Juan Diego –cuyo nombre indígena era Cuauhtlatóhuac- estaba caminando al pasar por el cerro del Tepeyac al norte de la Ciudad de México, buscando agua. De imprevisto, en un monte, se le presentó la visión de una mujer hermosísima, que lo dirigió a una fuente de agua fresca y pura. Unos días después, en el mismo lugar, la visión se le volvió a aparecer a Juan Diego. Esta vez, ella le ordenó dirigirse a la Ciudad de México a decirles a altos oficiales de la iglesiaque construyeran una iglesia en su nombre en el lugar de su aparición.
Por supuesto, el Obispo Juan de Zumárraga y otros eclesiásticos no le creyeron al indio pobre. ¿Por qué la Vírgen María se le habría de aparecer a alguien de tan baja condición? Ellos pidieron una prueba. Después de varias apariciones, cuando Juan Diego regresó al lugar del monte y la Virgen se le apareció nuevamente, él le pidió una señal. De pronto, vio aparecer unas rosas rojas bellísimas –aun cuando las rosas no crecen en tal zona en diciembre. Las recogió en una tilma (manta) india y las llevo a la ciudad de México.
La prueba final
Cuando abrió su tilma para mostrársela a los altos oficiales de la iglesia, ellos cayeron hincados de rodillas en veneración y asombro. Allí, impresa en la humilde manta india de Juan Diego, estaba la imagen de la Virgen de Guadalupe, tan nítida como Juan Diego la había visto. Se dice que la imagen es tan perfecta en detalle que uno puede ver en la pupila de la Virgen la imagen de Juan Diego.
Por esta leyenda, el 12 de diciembre de cada año pobres y ricos veneran a la Virgen de Guadalupe. Uno puede ver su imagen en pequeños altares en hogares humildes en los pueblos más remotos. Su imagen puede encontrarse en casi todas las catedrales e iglesias de México, así como en escuelas parroquiales, negocios, mercados, autobuses, taxis y en muchos hogares.
El 12 de diciembre, día de la Virgen de Guadalupe, es un día de fiesta nacional, celebrado con peregrinaciones, procesiones, misas especiales, fiestas y bailes enfrente a algunas iglesias. En un sentido, la Virgen de Guadalupe representa la esencia de México, la fusión de dos culturas, la España Católica y el México indígena.

EL ICONO DE NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE


El 12 de diciembre de 1531, Juan Diego abrió su tilma ante el obispo de México para mostrar las rosas de Castilla que la Virgen le había dado como prueba de sus deseos. Al abrir la tilma, no solo cayeron las exóticas flores, sino que se reveló también la imagen de la Señora. Así comienza una devoción a una imagen religiosaque hoy en día atrae a millones de peregrinos del mundo entero a la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe en la Ciudad de México.

El ícono de Nuestra Señora de Guadalupe


El ícono de la Virgen de Guadalupe mide aproximadamente 66” x 41”. La imagen de la Virgen ocupa cerca de 56 pulgadas de la tela. La Morenita, como le llaman cariñosamente los mexicanos, está de pié, con el rostro inclinado hacia la izquierda del espectador. Esta inclinación sirve para que la división entre las dos piezas que componen la tela no corrompa la cara de la Virgen.
La Guadalupana está vestida con un manto azul con estrellas. Este manto representa la "Tilma de Turquesa" con que se cubría la gente de nobleza e importancia. También se refiere a la iconografíacatólica de la Virgen María basada en la mujer del Apocalipsis del Nuevo Testamento, que aparece en Apocalipsis 12:1 y dice:
“Apareció en el cielo una señal maravillosa: una mujer revestida del sol, con la luna debajo de sus pies y con una corona de doce estrellas en la cabeza”.
Los rayos del sol rodean la imagen de la Virgen en forma de vesica piscis. El lazo negro en la cintura y el abultamiento debajo del lazo indican que la joven está embarazada. Está parada sobre una luna negra, un símbolo del mal para los mexicanos. La sostiene un ángel con alas de águila.

Pintura Milagrosa

La imagen de la Virgen de Guadalupe tiene casi 500 años. Ha sufrido atentados que incluyen la explosión de una bomba que causó muchos daños alrededor del cuadro, pero que no dañó ni la imagen ni el vidrio que la protegía.
Los científicos han estudiado esta imagen con el propósito de descubrir sus secretos. La tela, las pupilas y la manera en que fue pintada son objeto de escrutinio para aquellos que requieren pruebas más allá de la fe.

La tela

La imagen está plasmada sobre un ayate, material muy degradable que en este caso se ha conservado milagrosamente a través de los años.
La tela del ayate es de fibra vegetal de maguey. Esta fibra se descompone por putrefacción en veinte años o menos. A pesar de que la imagen estuvo expuesta al ambiente durante sus primeros 116 años, el ayate de la imagen continúa en excelente estado de conservación.
El polvo, la humedad, el calor, el humo de las velas, el roce de miles de objetos y el contacto con manos y labios de peregrinos no lograron dañar la imagen de la tilma de Juan Diego.

La imagen

El alemán Richard Kuhn, premio Nobel en química, estudió la pintura de la imagen de la Virgen de Guadalupe. Su conclusión fue que "estos colorantes no son ni minerales, ni vegetales, ni animales". Otro científico, Philip Callahan, la fotografió con rayos infrarrojos. Descubrió que la tela no tiene ningún engomado ni preservativos.
También se descubrió que la imagen no tiene esbozos. Fue plasmada sin correcciones o dibujos.
La imagen tampoco tiene pinceladas visibles, excepto algunas casi imperceptibles en las pupilas. Y aunque los colores son consistentes con los métodos del siglo XVI, su luminosidad no es común para esta técnica.

La pupila

El fotógrafo de la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, Lauvvoignet, examinó en 1929 la pupila de la Virgen. Creyó ver que en el ojo de la Guadalupe se veía reflejada la imagen de un hombre.
El Dr. José Aste Tosnmann, un especialista en imágenes digitales, después de tomarle fotografías a la pupila de la Virgen de Guadalupe, las amplió para ver más detalles. Las imágenes que descubrió parecen revelar lo que la Virgen vio cuando se plasmó en la tilma. Él investigó a cada personaje descubierto en esta imagen y logró encontrar personas de la vida real que coinciden con los que estan presentes en las imágenes de la pupila de la Virgen.

La fe en la Virgen de Guadalupe

Los que creen en Nuestra Señora de Guadalupe no requieren experimentos científicos para mantener su fe. Son muchos los testimonios de personas que han recibido milagros de la Virgen de Guadalupe. Aún así, estos datos no dejan de ser interesantes. A veces la convergencia del mundo espiritual con la realidad percibida es sustentada por las herramientas que tienen a su disposición los humanos para revelar los misterios de la fe. Otras, solo el corazón puede guiarnos a decidir cuál es la verdad.

LOS MILAGROS DE LA VIRGEN DE GUADALUPE



Los milagros de la Virgen de Guadalupe comenzaron con su aparición en el Tepeyac en 1531. Inmediatamente ocurrió otro milagro: el tío de Juan Diego, el indígena a quien la Virgen se le apareció por primera vez, se sanó de una enfermedad mortal y recibió de la Virgen el nombre por el cual ella deseaba que la llamaran: Virgen Santa María de Guadalupe. Pronto comenzaron a ocurrir otros milagros que ayudarían a convertir a la Virgen de Guadalupe en la amada patrona de México, las Américas y las Filipinas.

Milagro de la flecha

En 1531, cuando ya estaba construida la Ermita del Tepeyac, se organizó una procesión para llevar la imagen de la Virgen de Guadalupe al su hogar. Una multitud de gente participó en la procesión. Un arquero, para lucirse, disparó una flecha al aire. La flecha fue a parar en la garganta de un hombre que cayó como muerto. Llevaron al hombre ante la imagen del la Virgen de Guadalupe y le sacaron la flecha. El hombre resucitó y se le sanaron las heridas.

Cesa la epidemia

En 1554, una epidemia se extendió por México y mató a más de 12,000 personas. Se suplicó la ayuda de la Virgen en una gran procesión desde el convento de tlatelolco hasta el Santuario. Al otro día, la epidemia comenzó a parar y pronto desapareció totalmente.

Milagro del caballo desbocado

En 1555, a un joven se le desbocó el caballo y se le fue corriendo sin freno en dirección del Tepeyac. Entonces se encomendó a la Virgen de Guadalupe y ella se le apareció. Su caballo se amansó y se inclinó ante ella.

Cura la "tos chichimeca"

En 1633, la imagen de la Virgen se sacó en procesión por las calles de México para que erradicara la "tos chichimeca".

Cura la peste de "tabardillo"

En 1695, una peste llamada de "tabardillo" cesó después de una novena que le rezaron a la Virgen de Guadalupe.

Calma las calamidades

En 1736 ocurrieron muchas calamidades en la Ciudad de México. Una epidemia de fiebre tifoidea mató a más de 40,000 personas. Hubo también un gran temblor. Y en el mes de diciembre, azotaron varios huracanes. A principios del año 1737, el Arzobispo decidió hacer una solemne novena a la Virgen de Guadalupe, pero la epidemia no cesó. Entonces, el Arzobispo-Virrey D. Juan Antonio Vizarrón, a petición de los Concejales, nombró a Nuestra Señora de Guadalupe Patrona principal de la Nación y el 12 de diciembre como fiesta principal. El decreto fue promulgado el 23 de mayo. Ese día no se reportó ningún difunto.

Salva a los náufragos

En 1751, un barco llamado "El Gavilán" naufragó en una terrible tormenta. Los marineros que lograron quedar a flote, invocaron a la Virgen de Guadalupe. Después de sobrevivir, todos aseguraron que ella había aparecido en el horizonte y el mar se se había calmado. Todos se salvaron. Como exvoto , llevaron al Santuario el mástil con el que se salvaron, y lo colocaron frente a la iglesia del Posito. Un fuerte viento lo destruyó en 1916.

Se salva del ácido

En 1791, mientras limpiaban el marco de plata de la imagen de la Virgen de Guadalupe, parte de la mezcla de ácido nítrico y agua cayó sobre el cuadro en el extremo superior derecho. A pesar de que le cayó esta mezcla corrosiva, solo quedó una mancha parecida a las que deja el agua sobre la tela de algodón. La imagen se salvó.

Salva a México del cólera

Se cree que salvó a la Ciudad de México del cólera luego de un triduo en su honor.

Se salva de una bomba

En 1921, una persona hizo estallar una bomba que dejó escondida entre unas flores a los pies del cuadro de la Virgen de Guadalupe. Aunque el retablo de mármol, el crucifijo de bronce y muchos objetos de la basílica y casas vecinas sufrieron daños, ni la imagen ni el vidrio protector se destruyeron.

Siguen los milagros

Hasta el día de hoy, Nuestra Señora de Guadalupe es visitada por millones de personas que buscan sanarse de enfermedades o mejorar otros aspectos de su vida. Buscan la sanación guiados por las palabras de la Virgen a Juan Diego: “¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No soy yo tu salud? ¿No estás por ventura en mi regazo? ¿Qué más has menester?” Nuestra Señora de Guadalupe es su milagrosa intercesora, la Madre Divina que los acoge en su amplio regazo.

VIDEO A NUESTRA MORENITA POR ALEXANDER ACHA: MARIA


ORACIÓN PARA LA MUJER EMBARAZADA



Padre que estás en los cielos,
Tengo en mi seno ahora
un pequeñito, débil y vulnerable,
que ya está transformando todo mi cuerpo
y todo mi corazón.
¡Gracias por habérmelo confiado!

¡Gracias por permitirme acogerlo
como María acogió a Jesús
el día de la Anunciación!
¡Gracias por poder acogerlo como mi madre me acogió
cuando sintió mi presencia
en lo más íntimo de su ser.

Padre que nos amas, estoy maravillada ante esta vida
tan secreta y palpitante,
tan frágil y llena de promesas.
¡Gracias por haberme dado los ojos del corazón,
que me permiten ya ver a este niño
en un momento en que todavía no es visible.

Padre lleno de ternura,
ayúdame a hacer cada día lo que puedo hacer
para que este niño sea feliz.
Te pido, Padre de toda gracia,
poder transmitir a este niño,
toda la fe, la esperanza y el amor
que llevo en mi corazón.

Por fin, te ruego, Padre, que nos guardes
bajo tu amparo, a mi hijo
que primero es tuyo, y a mí,
ahora y siempre.

Amen.

ORACIÓN PARA LOS NIÑOS


BREVE HISTORIA DE LA VIRGEN DE GUADALUPE


Diez años después de la conquista de México, el día 9 de diciembre de 1531, Juan Diego iba rumbo al Convento de Tlaltelolco para oír misa. Al amanecer llegó al pie del Tepeyac. De repente oyó música que parecía el gorjeo de miles de pájaros. Muy sorprendido se paró, alzó su vista a la cima del cerro y vio que estaba iluminado con una luz extraña. Cesó la música y en seguida oyó una dulce voz procedente de lo alto de la colina, llamándole: "Juanito; querido Juan Dieguito". Juan subió presurosamente y al llegar a la cumbre vio a la Santísima Virgen María en medio de un arco iris, ataviada con esplendor celestial. Su hermosura y mirada bondadosa llenaron su corazón de gozo infinito mientras escuchó las palabras tiernas que ella le dirigió a él. Ella habló en azteca. Le dijo que ella era la Inmaculada Virgen María, Madre del Verdadero Dios. Le reveló cómo era su deseo más vehemente tener un templo allá en el llano donde, como madre piadosa, mostraría todo su amor y misericordia a él y a los suyos y a cuantos solicitaren su amparo. "Y para realizar lo que mi clemencia pretende, irás a la casa del Obispo de México y le dirás que yo te envío a manifestarle lo que mucho deseo; que aquí en el llano me edifique un templo. Le contarás cuanto has visto y admirado, y lo que has oído. Ten por seguro que le agradeceré bien y lo pagaré, porque te haré feliz y merecerás que yo te recompense el trabajo y fatiga con que vas a procurar lo que te encomiendo. Ya has oído mi mandato, hijo mío, el más pequeño: anda y pon todo tu esfuerzo".

Juan se inclinó ante ella y le dijo: "Señora mía: ya voy a cumplir tu mandato; me despido de ti, yo, tu humilde siervo".

Cuando Juan llegó a la casa del Obispo Zumárraga y fue llevado a su presencia, le dijo todo lo que la Madre de Dios le había dicho. Pero el Obispo parecía dudar de sus palabras, pidiéndole volver otro día para escucharle más despacio.

Ese mismo día regresó a la cumbre de la colina y encontró a la Santísima Virgen que le estaba esperando. Con lágrimas de tristeza le contó cómo había fracasado su empresa. Ella le pidió volver a ver al Sr. Obispo el día siguiente. Juan Diego cumplió con el mandato de la Santísima Virgen. Esta vez tuvo mejor éxito; el Sr. Obispo pidió una señal.

Juan regresó a la colina, dio el recado a María Santísima y ella prometió darle una señal al siguiente día en la mañana. Pero Juan Diego no podía cumplir este encargo porque un tío suyo, llamado Juan Bernardino había enfermado gravemente.

Dos días más tarde, el día doce de diciembre, Juan Bernardino estaba moribundo y Juan Diego se apresuró a traerle un sacerdote de Tlaltelolco. Llegó a la ladera del cerro y optó ir por el lado oriente para evitar que la Virgen Santísima le viera pasar. Primero quería atender a su tío. Con grande sorpresa la vio bajar y salir a su encuentro. Juan le dio su disculpa por no haber venido el día anterior. Después de oír las palabras de Juan Diego, ella le respondió: "Oye y ten entendido, hijo mío el más pequeño, que es nada lo que te asusta y aflige. No se turbe tu corazón, no temas esa ni ninguna otra enfermedad o angustia. ¿Acaso no estoy aquí yo, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No soy tu salud? ¿Qué más te falta? No te aflija la enfermedad de tu tío, que no morirá ahora de ella; está seguro de que ya sanó".

Cuando Juan Diego oyó estas palabras se sintió contento. Le rogó que le despachara a ver al Señor Obispo para llevarle alguna señal y prueba a fin de que le creyera. Ella le dijo:

"Sube, hijo mío el más pequeño, a la cumbre donde me viste y te di órdenes, hallarás que hay diferentes flores; córtalas, recógelas y en seguida baja y tráelas a mi presencia".

Juan Diego subió y cuando llegó a la cumbre, se asombró mucho de que hubieran brotado tan hermosas flores. En sus corolas fragantes, el rocío de la noche semejaba perlas preciosas. Presto empezó a córtalas, las echó en su regazo y las llevó ante la Virgen. Ella tomó las flores en sus manos, las arregló en la tilma y dijo: "Hijo mío el más pequeño, aquí tienes la señal que debes llevar al Señor Obispo. Le dirás en mi nombre que vea en ella mi voluntad y que él tiene que cumplirla. Tú eres mi embajador muy digno de confianza. Rigurosamente te ordeno que sólo delante del Obispo despliegues tu tilma y descubras lo que llevas".

Cuando Juan Diego estuvo ante el Obispo Fray Juan de Zumárraga, y le contó los detalles de la cuarta aparición de la Santísima Virgen, abrió su tilma para mostrarle las flores, las cuales cayeron al suelo. En este instante, ante la inmensa sorpresa del Señor Obispo y sus compañeros, apareció la imagen de la Santísima Virgen María maravillosamente pintada con los más hermosos colores sobre la burda tela de su manto.

LA CURACIÓN DE JUAN BERNARDINO


El mismo día, doce de diciembre, muy temprano, la Santísima Virgen se presentó en la choza de Juan Bernardino para curarle de su mortal enfermedad. Su corazón se llenó de gozo cuando ella le dio el feliz mensaje de que su retrato milagrosamente aparecido en la tilma de Juan Diego, iba a ser el instrumento que aplastara la religión idólatra de sus hermanos por mediode la enseñanza que el divino códice-pintura encerraba.

Te-coa-tla-xope en la lengua Azteca quiere decir "aplastará la serpiente de piedra". Los españoles oyeron la palabra de los labios de Juan Bernardino. Sonó como "de Guadalupe. Sorprendidos se preguntaron el por qué de este nombre español, pero los hijos predilectos de América, conocían bien el sentido de la frase en su lengua nativa. Así fue como la imagen y el santuario adquirieron el nombre de Guadalupe, título que ha llevado por cuatro siglos.

Se lee en la Sagrada Escritura que en tiempo de Moisés y muchos años después un gran cometa recorría el espacio. Tenía la apariencia de una serpiente de fuego. Los indios de México le dieron el nombre de Quetzalcoatl, serpiente con plumas. Le tenían mucho temor e hicieron ídolos de piedra, en forma de serpiente emplumada, a los cuales adoraban, ofreciéndoles sacrificios humanos. Después de ver la sagrada imagen y leer lo que les dijo, los indios abandonaron sus falsos dioses y abrazaron la Fe Católica. Ocho millones de indígenas se convirtieron en sólo siete años después de la aparición de la imagen.

JUAN DIEGO


San Juan Diego, era de la etnia indígena de los chichimecas, supuestamente nació el 5 de abril o mayo 1474, en Cuautitlán, en el barrio de Tlayácac, región que pertenecía al reino de Texcoco; fue bautizado por los primeros misioneros franciscanos, en torno al año de 1524.
Juan Diego era un hombre considerado piadoso por los franciscanos asentados en Tlatelolco, donde aún no había convento, sino lo que se conoce como doctrina, donde se oficiaba misa y se catequizaba. Juan Diego hacía un gran esfuerzo al trasladarse cada semana saliendo "muy temprano del pueblo de Tulpetlac, que era donde en ese momento vivía, y caminar hacia el sur hasta bordear el cerro del Tepeyac."
De acuerdo con la tradición, el sábado 9 de diciembre de 1531, muy de mañana en el cerro del Tepeyac escuchó el cantar del pájaro mexicano tzinitzcan, anunciándole la aparición de la Virgen de Guadalupe. Ella se le apareció cuatro veces entre el 9 y el 12 de diciembre de 1531 y le encomendó decir al entonces obispo, fray Juan de Zumárraga, que en ese lugar quería que se edificara un templo. La Virgen de Guadalupe le ordenó a Juan Diego que cortara unas rosas que misteriosamente acababan de florecer en lo alto del cerro para llevarlas al obispo Zumárraga en su ayate. La tradición refiere que cuando Juan Diego mostró al obispo las hermosas flores durante un helado invierno se apareció milagrosamente la imagen de la Virgen, llamada más tarde Guadalupe por los españoles, impresa en el ayate. El prelado -que en sus escritos no dejó constancia alguna de ninguno de los hechos- ordenó la construcción de una ermita donde Juan Diego Cuauhtlatoatzin viviría por el resto de sus días custodiando el ayate (actual capilla de indígenas).
Según lo escrito por Luis Lasso de la Vega, fue así que en 1531, diez años después de la conquista de Tenochtitlan, Juan Diego presenció la aparición de la Virgen, cuando tenía cerca de 57 años y narró los acontecimientos a don Antonio Valeriano de Azcapotzalco un indígena letrado por conventos jesuitas en la crónica del Nican Mopohua.
Murió en la Ciudad de México en el año 15481 a la edad de 74 años en la fecha atribuida del 30 de mayo.
Fue beatificado (junto a San José María Yermo y Parres y los beatos Niños Mártires de Tlaxcala) en la Basílica de Guadalupe de la Ciudad de México el 6 de mayo de 1990, durante el segundo viaje apostólico a México del papa Juan Pablo II. Finalmente fue canonizado en 2002 por el mismo Juan Pablo II y la Iglesia católica celebra su festividad el día 9 de diciembre.